La Dinastía

La Dinastía
Vidas Cruzadas es la primera entrega de la serie “La Dinastía” y cuenta la historia de los Saint-Claire en principio, una familia francesa cuyo hijo menor y por ciertas circunstancias es desterrado de su patria y decide establecerse en la Inglaterra de finales del siglo XVI. La historia de los Saint-Claire se verá estrechamente ligada a la de otras dos importantes familias inglesas, los Arlingthon y los Danworth, pero se verán envueltos en una serie de hechos que irán desde el amor y la amistad, hasta la mentira y la traición que desembocará en un complicado entramado de "Vidas Cruzadas" Safe Creative Código: 1211052633415

martes, 10 de junio de 2014

Cap. 32 Matrimonio sangriento...



Mientras Phillipe y Sophie bajaban del carruaje, las personas que permanecían a las puertas de la catedral comenzaron a entrar. De hecho, a las hermanas de Sophie que ya debían estar ocupando sus lugares en el interior, las había vencido la curiosidad y habían esperado afuera la llegada de ésta, pero una vez que arribó entraron y ocuparon sus sitios.

Dylan sintió un desagradable vacío en el estómago cuando vio a avanzar a Sophie del brazo de su padre por la nave central de la iglesia, pero tan tercamente como lo había venido haciendo, atribuyó la repentina sensación al malestar que lo había estado aquejando durante los últimos días y no a sus sentimientos por ella.

Kendall por su parte, fue superado por la emoción y pensaba que no podría respirar nunca más en su vida, porque sentía una terrible opresión en el pecho que casi le producía dolor, pero a pesar de ello, una sonrisa se dibujaba en sus labios.

Madeleine que había estado mirando con atención a Kendall y sintiéndose muy feliz por su prima, desvió su mirada hacia el otro personaje importante, Dylan Danworth. Lo que no había esperado la chica, fue el repentino sentimiento de terror que se apoderó de ella al cruzar la mirada con aquel hombre. Madeleine había visto muchas veces a Dylan, y aunque había intentado con ahínco descifrar lo que había tras ese hermético rostro, nunca pudo hacerlo. Siempre se encontró con la misma fría indeferencia, pero en esta ocasión al mirarlo a los ojos tuvo la certeza absoluta que él representaba una seria amenaza, aunque no podía explicar cómo o por qué.

El Duque de Armagnac en ese mismo momento miraba con supremo dolor a Sophie y con un odio mortal a Kendall. Aquel desdichado no podía arrebatársela y él iba a asegurarse de ello. André por su parte vigilaba atentamente a Jean Pierre, porque sabía que le importaría muy poco que toda la nobleza estuviese presente para hacer un escándalo o para intentar perpetrar un asesinato, dependiendo de lo que su desquiciada mente le ordenase primero, y solo esperaba poder llevar a cabo sus propios planes sin perjuicio para su necio amigo antes de que éste perdiese el precario control de sus actos. Sin embargo, y mientras André pensaba en ello, tuvo la desagradable sensación de que lo estaban “mirando”. Él sabía de hecho que así era, pero del mismo modo sabía que aquella vigilancia no habría despertado su bien entrenado instinto. Aún así cuando volteó con el mayor disimulo y paseó su mirada por la concurrencia, no vio nada “extraño”, aunque la sensación persistía.

Padre e hija llegaron hasta al pie del altar, y el primero entregó con una mezcla de alegría y dolor, la mano de su hija al que estaba por convertirse en su esposo. Phillipe había mantenido largas conversaciones con Kendall a lo largo de ese último año y de ellas lo más destacable era la petición de que no tratase a Sophie como un objeto decorativo. Le recordó que él la había conocido desde la infancia y sabía que ella era un espíritu libre, y si era sometida a alguna clase de encierro bien fuese físico o mental, ella sería incapaz de soportarlo. Kendall le había dado su palabra a Phillipe en el sentido de que eso nunca sucedería, pero Phillipe Saint-Claire era por naturaleza desconfiado y si se trataba de algo que afectase a  su hija mucho más, de modo que le había hecho saber de forma muy clara a Kendall, que hasta el momento tenía su aprecio y su confianza, pero que si alguna vez hacía sufrir a Sophie de cualquier manera, no dudaría ni un solo segundo en matarlo.

Kendall amaba a Sophie con toda su alma y no necesitaba que Phillipe lo amenazara para hacerse el firme propósito de hacerla feliz. Sin embargo, se había tomado la amenaza de Phillipe como la expresión del enorme amor que sentía por su hija y aunque en otras circunstancias aquello habría sido impropio e inaceptable, él había dado su palabra de nunca interferir con el particular modo de vida de su futura esposa y seguir respetando tanto su libertad de acción como de pensamiento. En aquel momento en el que estaba recibiendo la mano de su prometida, se sintió enormemente feliz y lleno de los mejores propósitos y planes para su futuro juntos.

Los Arlingthon, que habían tenido oportunidad de compartir con los Saint-Claire en una agradable velada unos días antes de la boda, habían tenido ocasión de comprobar que sin duda Dylan estaba acertado en lo referente al comportamiento social de la futura esposa de su hijo, y  también notaron muchas otras cosas. Recordaban a Sophie como una niña muy hermosa, pero se había convertido en una joven mujer de una extraordinaria belleza. Lord Arlingthon había podido hacerse una rápida y acertada opinión acerca de su educación que no solo cubría los aspectos básicos sino que estaba versada en ciencias, literatura, filosofía, arte e idiomas, y podía hablarse con ella sin dificultad de cualquiera de aquellos temas. Lady Arlingthon comprobó por su parte, que era una joven muy dulce y serena, además de mostrar un vivo interés por Brian, el hijo de Kendall. De modo que no podían estar más satisfechos y agradecían el haber escuchado a Dylan.

Luciano se encontraba varias filas más atrás y vigilaba con atención a varios de los personajes asistentes. Siempre le divertía mucho ver las distintas actitudes de las personas cuando pensaban que nadie las estaba mirando. El padre de la novia por ejemplo, era notorio que tenía sentimientos encontrados, por una parte se veía feliz y por la otra mortificado. Las hermanas en cambio, ciertamente no estaban nada felices y era igualmente obvio que les molestaba algo, pero Luciano no se decidía si lo que les molestaba era la excesiva belleza de su hermana pequeña o lo que consideraban una suerte igualmente excesiva. En el caso de los tíos, estaban verdaderamente felices, al igual que el esposo de la prima, pero ésta última lucía preocupada y… ¿asustada? Esto despertó la curiosidad de Luciano pero tendría esperar para satisfacerla. Sin embargo y en conjunto, la familia de la chica exceptuando las hermanas, parecían buenas personas y sobre todo estaban muy contentos en líneas generales.

Los padres del novio sin duda también lo estaban y tenían motivos para ello, el infeliz de su hijo se llevaba una hermosa mujer y por alguna razón que Luciano estaba seguro no tenía nada que ver con su amistad con Dylan, en su opinión aquel sujeto había tenido una inmerecida suerte que no sabría aprovechar.

Su atenta observación lo llevó a fijarse en el Duque de Armagnac. Luciano pensaba que Phillipe Saint-Claire debió prescindir de las normas sociales y por muy alto que estuviese el Duque en la escala de la nobleza local, no debió invitarlo. Aunque sabiendo lo que sabía del Archiduque, supuso que aquella invitación servía al doble propósito de cumplir con las normas de etiqueta y humillar al imbécil de Armagnac. Pero igual seguía siendo un riesgo, porque aquel sujeto era una bomba de tiempo.

Pero sin duda el caso más preocupante para Luciano era el de su amigo Dylan. El pobre sujeto estaba sufriendo los horrores del infierno pero esperaba que ya que no se había animado a decir nunca nada acerca de sus sentimientos, pudiese resistir esta dura prueba sin daños que lamentar.

La ceremonia estaba finalizando, el sacerdote acababa de declararlos unidos en matrimonio y Kendall estaba levantando el velo de la novia. Los ojos de Sophie estaban brillantes por las lágrimas y su corazón dejó de latir por espació de unos breves segundos cuando Kendall posó los labios sobre los suyos, y en ese momento las campanas comenzaron tañer. Dylan había cerrado los ojos y sintió la enorme necesidad de destrozar con sus propias manos a Kendall, lo que le produjo una necesidad aun mayor de salir corriendo.

La pareja comenzó el recorrido hacia la salida y al llegar a ésta fueron soltadas al aire un centenar de palomas blancas mientras la multitud reunida al otro lado de la catedral les lanzaba flores. Phillipe fue el primero en acercarse a la pareja de recién casados y abrazó a su hija.

-          Mi más grande deseo es que seas muy feliz Sophie
-          Gracias papá

En ese momento solo se permitió a la familia acercarse para expresar sus buenos deseos a la pareja, después de lo cual subieron al carruaje que los esperaba y partieron hacia el Chateau Saint-Claire donde tendría lugar la recepción.

Una vez en el Chateau la pareja se preparó a recibir las felicitaciones de una interminable fila de personas conocidas y desconocidas. Esto tomó un tiempo enormemente largo pero se vieron forzados a soportarlo con estoicismo. Esta circunstancia fue aprovechada por un retratista para esbozar tan rápido como le fue posible el primer boceto que le serviría para la posterior ejecución de la pintura de la pareja.

-          ¿Cuánto tiempo más piensas esperar?  --  escuchó Dylan a su lado
-          ¿De qué hablas?
-          No los has felicitado aun, aunque has estado a punto de hacerlo varias veces  --  dijo Luciano
-          Hay demasiada gente que parece tener prisa por hacerlo y como yo no tengo ninguna

Sin embargo, unos minutos después caminó con decisión hacia ellos y Luciano lo siguió.

-          ¡Felicidades Kendall!  --  dijo abrazando a su amigo
-          ¿Hombre, dónde te habías metido? ¡Gracias!
-          Lady Arlingthon  --  dijo inclinando la cabeza ante Sophie  --  Permítame expresarle mis buenos deseos.
-          Gracias Lord Danworth, por “todo”  --  dijo ella haciendo una leve reverencia, y él entendió a lo que se refería por “todo”, ya que llevaba el collar que él le había devuelto esa mañana.

Pero cuando Dylan elevó sus ojos y se encontró con los de ella, sintió que algo en su interior hacía violenta explosión. No obstante, en ese momento Luciano lo apartó con discreción pero con decisión.

-          Permítame expresarle mis felicitaciones Lady Arlingthon  --  dijo Luciano inclinándose ante ella y haciendo que Sophie rompiese el contacto visual con Dylan

Sin embargo,  y a pesar de que Sophie agradeció con la habitual reverencia, no tenía idea de cómo lo había hecho, ya que la forma en la que la había mirado Dylan había hecho que sus piernas flaquearan y sus mejillas enrojecieran, algo que Luciano no dejó de notar y tomar conveniente nota mental de ello. Cuando ellos se alejaron, Sophie se aferró al brazo de Kendall y éste la miró.

-          Debes estar cansada mi amor  --  le dijo
-          Sí, un poco  --  y luego para disimular su malestar  --  ¿Quién es ese hombre?  --  preguntó refiriéndose a Luciano
-          Es Luciano Franceschi, Conde de Cagliari y al parecer “muy” amigo de Dylan  --  dijo con cierta nota de resentimiento

Una vez que Luciano prácticamente arrastró a Dylan lejos de la pareja, detuvo a un mozo y tomando dos copas le ofreció una a su amigo que parecía necesitarla mucho, aunque él sabía que iba a servirle de muy poco en las presentes circunstancias.

Mucho rato después Dylan se acercó a los Saint-Claire y después de saludarlos procedió a presentar a Luciano.

-          Milord permítame presentarle a mi amigo el Conde de Cagliari  --  dijo Dylan
-          Il mio piacere signore  --  lo saludó Luciano extendiendo su mano
-          Bienvenido Conde, espero que disfrute su estancia en París
-          Grazie signore 

A Dylan se le antojaba darle un golpe en la cabeza a su amigo, ya que le fastidiaba mucho que Luciano hablase en su lengua natal cuando él sabía que era perfectamente capaz de comunicarse en varias lenguas más. Mientras que a éste le parecía mucho más elegante expresarse en su lengua materna. Sin embargo, después de saludar a los caballeros y ser presentado a las damas, Luciano perdió su alegre sonrisa al toparse con los ojos de Madeleine y le quedaron claras varias cosas. La primera, que debían mantenerse alejados de aquella criatura, y la segunda, que el legado Saint-Claire seguía vigente.

Después del banquete André se apartó de la multitud, conversó brevemente con un individuo y salió por una puerta que daba a una de las múltiples terrazas del Chateau.

-          André de Montreuil  --  el aludido se detuvo en seco  --  ¿Por qué siempre tengo que encontrarte en situaciones que comprometen tanto tu cabeza? Pareces no tenerle el adecuado aprecio a la misma

André se había girado con cautela al escuchar la voz y no podía creer que estuviese viendo a…

-          Cuidado  --  advirtió Luciano
-          ¿Franceschi?  --  dijo él en tono inseguro
-          Servidor  --  dijo Luciano con una sonrisa que no llegó a sus ojos
-          ¿Pero qué demonios…?
-          ¿… hago aquí?  --  completó él  --  No tengo por qué darte explicaciones, pero me siento benévolo, digamos que tengo especial interés en algunas personas presentes.
-          A ti no te interesan las personas sino lo que puedes obtener de ellas  --  dijo André
-          Algo en lo que sin duda tenemos algún parecido, solo que yo no persigo lo que “no necesito”  --  y André lo miró con odio manifiesto
-          Ha sido un dudoso placer saber que sigues vivo pero ahora si me disculpas, tengo asuntos que atender
-          Asuntos en los que te sugeriría no inmiscuirte  --  y ahora André lo miró con extrañeza recordando lo que había dicho al inicio  --  Armagnac es un imbécil y eso no tiene remedio, así que no tiene objeto perder el tiempo intentando salvar lo insalvable.
-          Es posible pero di mi palabra de proteger a ese “imbécil”, de modo que si no voy ahora no podré cumplirla impidiendo que mate a un hombre, ni que vaya a La Bastilla por eso. Y en cualquier caso no es asunto tuyo  --  dijo e intentó seguir su camino pero Luciano no estaba dispuesto a permitirlo para gran asombro de André
-          En primer lugar y como ya dije, no puedes salvar a quien no quiere serlo, en segundo no va a matar a nadie, pero si lo hiciere dudo mucho que vaya a La Bastilla, en todo caso deberían encerrarlo ya que tú y yo sabemos que es un loco peligroso al igual que lo fue su padre, su abuela, sus tíos y podría seguir pero no tiene objeto. Tercero, te equivocas porque sí es mi asunto. Y por último, yo en tu lugar me ahorraría el trabajo de intentar mentirme, porque deberías recordar que eso puede resultar peligroso.

Y ciertamente André lo sabía, lo recordaba y aunque se creía en capacidad de poder ocultar ciertas cosas, acababa de comprobar su error. Lo que no entendía era por qué le importaba a aquel desgraciado la suerte de los ingleses, pero estaba a punto de averiguarlo.

-          No me interesa en forma particular lo que le suceda al desdichado de Arlingthon, aunque supongo que nada va a sucederle, pero “sí” me importa y es algo que en tu propio beneficio deberías recordar en el futuro, lo que pudiese sucederle a Dylan Danworth, que es a quien en realidad quieres matar.
-          ¿Cómo sabes…?  --  pero se interrumpió cuando lo vio sonreír
-          Te llevo alguna ventaja “amigo”, pero eso es algo que ya sabemos y no tiene caso discutirlo.
-          Supongamos que tienes razón  -- dijo André pensando a toda velocidad  --  ¿Por qué te interesa tanto Danworth? ¿No está un poco fuera de tu línea? Hasta dónde sé solo te interesaría si llevase un lindo vestido, estuviese convenientemente casada y…  -- se detuvo y lo miró  --  a menos que me digas que el sujeto tiene gustos extraños y tú has cambiado los tuyos --  pero Luciano volvió a reír aunque André tuvo la desagradable certeza de que aquella risa era más una sentencia que una expresión de regocijo
-          Una de la enorme lista de diferencias entre tú y yo, es que tu necia arrogancia no te permite ver más allá de lo que te rodea, porque si lo hicieras, sabrías como lo sabe media Europa que Dylan Danworth es “mi” amigo.
-          ¿Tu amigo? ¿Y desde cuándo tú tienes amigos?  --  preguntó arriesgándose neciamente ante alguien que sabía peligroso
-          Eso no es asunto tuyo  --  le contestó él con frialdad
-          Lo es si interfiere en mis…  --  pero calló muy de prisa al ver los ojos de Luciano
-          Otra de las muchas diferencias entre tú y yo, es que mientras yo solo persigo lo que “necesito” como ya dije, tú persigues todo aquello que nunca te servirá de nada. Sin embargo, es tu problema y no el mío, pero te sugiero quedarte tranquilo André, ya tienes en tu poder al futuro Duque de Armagnac ¿no?  --  y André abrió mucho los ojos  mientras Luciano reía con su característica risa fría  --  Siempre has despreciado la poderosa arma de la información André, lo cual es un error, pero parece que te has dedicado a coleccionarlos

Aquello no era totalmente cierto, porque André de Montreuil por fuerza debía estar bien informado, solo que parecía que aquel cretino arrogante sabía mucho más. Siempre iba un paso adelante y las veces en las que habían “coincidido”, André no tenía oportunidad de nada y eso ya lo estaba molestando en demasía. En forma automática y por demás estúpida se llevó la mano al bolsillo, pero detuvo el gesto al escucharlo reír de nuevo.

-          Ya deberías haber aprendido a no perder el tiempo con esos “juguetes” André, pareces una señorita  --  dijo mirándolo con suprema ironía

Pero aquel juego verbal se vio interrumpido cuando ambos, primero Luciano y luego André, se detuvieron, prestaron atención y acto seguido corrieron en dirección opuesta a donde se encontraban.


Dylan vio que Sophie conversaba con su prima y otras damas, y buscó con la mirada a Kendall. Lo localizó al otro lado del Salón hablando animadamente con varios sujetos y comenzó a caminar hacia él, pero se detuvo a mitad de camino y observó. Había visto a Armagnac moverse en esa dirección también, de modo que ralentizó sus movimientos. En cuanto Kendall dejó el grupo, Armagnac imprimió velocidad a sus pasos pero Dylan fue mucho más rápido y cuando el desgraciado estaba por atacar a Kendall, Dylan se interpuso en su camino. Sintió la rozadura del acero pero decidió que no debía haberle hecho mucho daño porque no sentía ningún dolor, de modo que sujetó el brazo del Duque y lo arrastró hacia fuera.

Mientas esto sucedía, otros individuos habían comenzado a cercar a Kendall por un lado, a Phillipe por otro y a Sophie un tercer grupo, lo que resultó en la consecuente intervención de los hombres tanto de Phillipe como los de Delain, pero fue imposible evitar  el escándalo.

-          ¡Jacques!  --  gritó Madeleine y éste que estaba a pocos pasos se volvió enseguida  --  ¡Protege a Sophie!  --  lo urgió mientras ella corría hacia donde estaba su tío

Sin embargo, Madeleine no pudo llegar porque fue apartada del camino por los hombres de Phillipe y ciertamente éste no necesitaba advertencia alguna, porque en cuanto vio el movimiento sospechoso, se llevó la mano a su chaqueta y el primero que se le acercó resultó muerto en el acto. Aquella sin duda había sido una estupidez, porque intentar atacar a Phillipe Saint-Claire de esa forma, era un suicidio ya que ese sujeto era conocido por su rapidez entre otras muchas cosas.

A pesar de la enorme confusión reinante y los gritos de las mujeres, el asunto quedó resuelto con rapidez y eficacia aunque no sin víctimas. A pesar de que Luciano había llegado antes de que se iniciara el atentado y mientras Dylan sacaba a Armagnac de escena, vio innecesaria toda intervención, ya que el desdichado de Arlingthon estaba a salvo, Saint-Claire hacía gala de su habilidad y la reciente Lady Arlingthon estaba bien protegida.

-          Este ha sido uno de tus mayores errores André
-          Aunque no me creas, yo no organicé esta matanza
-          Tienes razón, no te creo. Me dijiste que debías evitar que Armagnac matase a un hombre y…
-          Exacto, tenía cubierto despachar a Arlingthon pero a nadie más  --  y Luciano supo que decía la verdad, pero entonces quién

Sin embargo, tenía otro asunto del cuál ocuparse y salió de allí a toda prisa seguido de André, pero el espectáculo con el que tropezaron sus ojos habría sido mucho más aterrador para cualquiera que lo hubiese visto que el que se estaba desarrollando en el Salón.

El cuerpo de Jean Pierre estaba tirado en el piso de una de las terrazas, literalmente destrozado y cubierto de sangre, mientras que Dylan estaba a su lado manchado de sangre también pero de pie.

-          Pero… no es posible  --  dijo André con expresión de horror
-          Yo me haré cargo de Dylan, tú ocúpate de la “basura”  --  dijo Luciano con voz fría y comenzó a caminar hacia su amigo pero se detuvo, volvió la cabeza y miró a André  -- Te lo advierto por última vez, no vuelvas atravesarte en mi camino y bajo ninguna circunstancia te acerques a Dylan Danworth.

Y André supo sin lugar a dudas que de hacerlo, significaba firmar su sentencia de muerte. Aquel sujeto había sido su pesadilla personal, era frío, inteligente, mortífero y por alguna razón que recién comenzaba a vislumbrar aunque no lo podía creer, tendría que sacar a Dylan Danworth de su lista o de lo contrario “el príncipe de hielo” como era conocido el desgraciado Luciano en el submundo al que pertenecían, no dudaría un segundo en despacharlo, algo que le daría sumo placer hacer.

Mientras tanto en el interior del Chateau, tanto Phillipe como Kendall intentaban calmar a una histérica Sophie, mientras Maurice se ocupaba de Marie que había perdido el conocimiento y Jacques abrazaba a su mujer que aunque aparentemente serena, por sus mejillas se derramaban las lágrimas.

-          Kendall, es mejor que te la lleves y aunque seguirán protegidos, abandonen Francia lo antes posible  --  le dijo Phillipe a su yerno y él asintió, mientras Phillipe miraba a su hija  --  Sophie, es hora de que se vayan
-          Pero papá…
-          Hazme caso hija, yo me haré cargo de todo esto pero necesito saberte a salvo

Sophie se despidió a toda prisa de sus tíos, de Jacques y abrazó a Madeleine

-          Vete tranquila  --  dijo Madeleine
-          Te voy a  echar mucho de menos  --  dijo una llorosa Sophie
-          Nos veremos pronto  --  le aseguró ella y por último Sophie abrazó a su padre
-          Papá…
-          No te preocupes linda, viajaré a Inglaterra tan pronto como me sea posible. Te amo hija  --  le dio un beso en la frente y miró a Kendall  --  Váyanse

Mientras los miraban marcharse, tanto Madeleine como Phillipe sintieron una terrible opresión en el pecho y se preguntaron si Sophie tendría la oportunidad de ser feliz cuando su nueva vida comenzaba  con unas… Bodas de Sangre.  


Fin

lunes, 9 de junio de 2014

Cap. 31 Camino a la Iglesia…



Decir que Louis-Saint-Claire estaba furioso sería faltar a la verdad, porque en realidad estaba mucho más allá de la furia y aunque si hubiese  muerto de un paro cardíaco gracias a ello y por más que esto pudiese ser considerado un beneficio para la humanidad, tristemente no sucedería.

Su enorme ira obedecía a que ese día era la boda de su sobrina, pero aparte de eso, aquella desvergonzada criatura no solo se casaba en suelo francés con un desgraciado inglés, sino que además de ello éste era sin duda protestante hasta los huesos como casi todos los malditos ingleses. Pero para añadir más color al asunto, tenían la desvergüenza de casarse en Notre Dame, algo que ya de por sí Louis consideraba un terrible insulto a la iglesia católica que se veía aumentado porque la ceremonia sería oficiada por Antoine Gautier, sacerdote que era conocido y famoso por su grosera y poco disimulada inclinación al protestantismo pero que contaba con la protección de Su Majestad, razón por la cual era intocable. Esa era otra espina clavada en la dignidad de los católicos franceses, ya que su soberano aunque se “decía” católico, todos sabían que era un miserable protestante, algo que había quedado demostrado con la firma del infame Edicto de Nantes [1]

Por supuesto Louis no había recibido invitación a ese “circo” y no era que esperase recibirla, sin embargo, cuando le llegó un sobre con el escudo de armas de los Saint-Claire, por un momento tuvo el absurdo pensamiento de que su hermano había cedido a las buenas costumbres y le enviaba una invitación, pero en realidad se trataba de una nota advirtiéndole que a pesar de no haber sido invitado, estaba seguro que él sentiría la inclinación a acercarse igualmente, pero que si tenía la poco afortunada idea de hacerlo, se preparase para ser echado de allí de la forma más deshonrosa, porque sus hombres tenían órdenes expresas de ello. Obviamente Louis montó en cólera pero nada pudo hacer.

La animosidad existente entre los hermanos Saint-Claire era del dominio público y como de costumbre la opinión general inclinaba la balanza a favor de su desvergonzado hermano. Mientras Phillipe seguía siendo el niño mimado de la sociedad parisina, Louis se veía atacado casi a diario en los sucios panfletos que circulaban en demasía por toda Francia y que desprestigiaban su imagen. El último que como todos era fielmente dejado junto con su correspondencia y nunca había sabido cómo, aunque tenía serias sospechas acerca de “quién” tenía la “amabilidad” de enviárselos, lo mostraba a él a las puertas de Notre Dame siendo apaleado por la multitud. Si Louis por un lado estaba seguro que dada su posición, importancia y educación, aquello no podía ser obra de su hermano menor, estaba igualmente seguro que Phillipe era perfectamente capaz de financiar a los  artífices de los susodichos e insultantes panfletos y volvió a jurarse como lo había estado haciendo a diario durante los últimos años, que aquel mal nacido algún día iba a pagarle por todo aquello.


Después que Dylan se había dado un baño, le habían subido una bandeja con el desayuno pero él seguía teniendo poco apetito, de modo que apenas si tocó lo que le subieron y pocos minutos después bajaba cuando le anunciaron que la persona a la que había mandado llamar lo estaba esperando.

-          Señor Delain  --  dijo por todo saludo en cuanto entró al estudio
-          Buenos días milord  --  saludó el hombre con cierta aprensión

Ya ellos habían sido debidamente notificados de la muerte del antiguo Duque y no estaban muy seguros de cuál sería su situación con el nuevo. Sin embargo, habían continuado cumpliendo con las órdenes que el joven Lord Danworth les dejase antes de abandonar Francia y con las que envió poco tiempo después.

-          ¿Novedades?
-          Ninguna milord, todo marcha según lo acordado y todo está preparado para el día de hoy  --  le dijo
-          Bien  --  pero antes de levantarse miró al sujeto y agregó  --  No sé cuáles pudieron haber sido los motivos de mi padre para contratar sus servicios y el de sus hombres señor Delain, aunque estoy seguro que los tenía en abundancia, pero en mi caso particular no he olvidado el enorme servicio que me prestaron, razón por la cual espero poder seguir contando con ustedes en el futuro.
-          Por supuesto milord  --  dijo el hombre enormemente aliviado
-          Muy bien, entonces todo continuara con arreglo a lo que mi padre tenía dispuesto.
-          Gracias milord  --  dijo Delain y haciendo una inclinación se marchó

Si bien era cierto que habían tenido motivos para estar agradecidos con el anterior Duque, ahora los tenían para estarlo con éste, además de que habían sido testigos de la nobleza de carácter de aquel joven caballero con lo que se había ganado además su respeto y su lealtad por mérito propio.

Por su parte, Dylan se sintió tranquilo al escuchar el informe de Delain, porque eso significaba que tanto Kendall como Sophie estarían protegidos de camino a la iglesia, de modo que si Armagnac era lo suficientemente estúpido como para intentar cualquier cosa, esperaba que lo sacaran de en medio sin mayores problemas. Sin embargo, su instinto le indicó que igual debía permanecer cerca de su amigo, porque con tantas personas como estaba seguro que asistirían a la ceremonia, cualquiera podía colarse y causar desagradables incidentes.


En las calles de París se respiraba un ambiente festivo, la boda de Sophie Saint-Claire, hija de Phillipe Saint-Claire Archiduque de Lothringen y Conde de Cleves, era sin duda el acontecimiento social del año, por lo tanto y como nadie hablaba de otra cosa, las gentes se habían volcado a las calles para echar un vistazo al cortejo. Phillipe había hecho ostentación de su posición y entre otras muchas extravagancias había ordenado tapizar las calles por donde pasaría el carruaje de la novia, con las más variadas flores.

Rachel y Desire naturalmente habían sido invitadas y aunque hacía años que no veían ni a su padre ni a su hermana y ni siquiera habían cruzado correspondencia con ésta, bajo ningún concepto se perderían aquello. Sin embargo ambas, aunque especialmente Rachel, estaban sumamente indignadas porque pensaban que su padre no se había esmerado ni la mitad en el caso de sus bodas como lo estaba haciendo con la de Sophie.


Kendall estaba al borde del colapso, a medida que el tiempo transcurría y se acercaba el momento de la boda, se había ido poniendo más y más nervioso. Su padre había renunciado a intentar tranquilizarlo, su madre le había hecho beber más tazas de té de las que se había bebido nunca en su vida y Dylan que imaginaba perfectamente cómo debía estar Kendall, había huido convenientemente. Sin embargo, terminaba de vestirse cuando escuchó que llamaban a su puerta,  supo sin ninguna dificultad de quién se trataba y gimió internamente.

-          Dylan, siento mucho molestarte pero…
-          No se preocupe milord, enseguida voy para allá

Terminó de ajustarse la chaqueta y se dirigió a la habitación de Kendall. El pobre sujeto realmente estaba hecho una pena, sudaba como si estuviese al pie de una hoguera y caminaba de un lado a otro de la habitación poniéndose y quitándose la chaqueta en forma compulsiva. Dylan consideró varios cursos de acción, entre los que se incluía darle “algo” para tranquilizarlo, pero eso con toda seguridad Kendall no se lo agradecería en el futuro, ya que estaría inconvenientemente dormido en su noche de bodas.

-          ¡Kendall!  --  le gritó por tercera vez sujetándolo por los hombros  --  Haz el favor de comportarte como un hombre y no como un escolar el día de su primera cita. Es tu segundo matrimonio, de modo que…
-          ¡Dylan es Sophie!  --  exclamó él 
-          Ya sé quién es  --  dijo Dylan con fastidio  --  pero no veo cuál es la diferencia
-          ¡Por todos los cielos!  --  dijo horrorizado  --  Ella no es cualquier mujer
-          Vamos Kendall, todas son iguales al final del día  --  dijo con suprema frialdad
-          Eso lo dices porque no te has enamorado
-          Y las gracias sean dadas a quien corresponda por ello, es un mal que ciertamente no necesito. Ahora si quieres llegar medianamente decente al altar, cámbiate la camisa y tranquilízate o te juro que voy a golpearte  --  lo amenazó

Kendall obedeció aunque tranquilizarse fue casi imposible, pero al menos dejó de pasearse nerviosamente. Llegado el momento de partir, el chico adquirió un color ceniciento y Dylan pensó con sumo fastidio que iba a ponerse a vomitar justo en aquel momento, pero afortunadamente no fue así.

Kendall subió junto con sus padres al carruaje que los conduciría a la iglesia mientras que Dylan iba en compañía de Luciano en otro más discretamente pequeño y a cierta distancia del primero. Los novios llegarían a la iglesia por dos rutas diferentes, lo que había implicado establecer dos grupos de personas que cubriesen las rutas para seguridad de ambos.

Faltando poco para llegar a la iglesia, Dylan comprobó con satisfacción que el señor Delain había hecho su trabajo en forma discreta y acertada, porque varios sujetos habían aparecido repentinamente a caballo y con la intención clara de interceptar el carruaje donde viajaba Kendall pero rápida, discreta y efectivamente fueron sacados del camino.

-          Parece que el señor Duque no solo carece de palabra, sino de la inteligencia mínima requerida  --  dijo Luciano
-          Ya nos esperábamos algo así
-          Pero supongo que entiendes que esto solo fue una distracción, ya que por muy necio que sea este hombre, y al parecer lo es bastante, debía suponer que después de su desafortunado intento anterior, ellos estarían protegidos

Dylan también había pensado en ello, arriesgarse a atacar a Kendall en plena vía pública era necio y de un absurdo subido, de modo que al igual que Luciano, pensaba que solo había sido una especie de distracción y esperaba que el señor Delain hubiese llegado a la misma conclusión. No obstante, llegaron a la iglesia sin mayores inconvenientes pero Dylan seguía con los ojos bien abiertos, porque si bien Armagnac era un estúpido, no era el caso de Montreuil.


Phillipe estaba tanto o quizá más nervioso que su propia hija y estaba siendo víctima de las bromas de Maurice y Jacques mientras esperaban en el salón a que Madeleine y Marie les avisaran que ya Sophie estaba lista.

-          Vamos hombre, ya has casado a tres con anterioridad  --  estaba diciendo Maurice mientras intentaba ocultar con muy poco éxito su sonrisa
-          ¡No seas estúpido Maurice!  --  exclamó Phillipe  --  Sophie es… es… Sophie
-          Muy explícito Phillipe  --  dijo Jacques con una nota muy marcada de humor
-          ¡Váyanse al infierno los dos!

Pero no pudieron seguir discutiendo, porque en ese momento bajaban Madeleine y Marie. Madeleine se acercó a su tío y lo miró con un brillo de diversión en los ojos.

-          Si no fueses mi tío, Jacques estaría en problemas  --  le dijo  --  Estás guapísimo, tendrás verdaderas dificultades para que no intenten arrastrarte a ti al altar
-          Gracias linda, pero eso es algo que nadie conseguirá de nuevo  --  le aseguró él
-          Debemos marcharnos  --  dijo Madeleine mirando a su esposo y a su padre  --  Sophie ya va a bajar

Maurice y Jacques tomaron los brazos de sus esposas y abandonaron la estancia. Unos minutos después, Phillipe contuvo la respiración al ver a su hija aparecer en lo alto de las escaleras. En su opinión estaba excepcionalmente hermosa. Se acercó al pie de la escalera y esperó a que llegase abajo, cosa que demoró un poco debido al aparatoso vestido.

-          Debo ser el padre más orgulloso de la tierra  --  le dijo en cuanto ella llegó abajo y le dio su enguantada mano
-          Gracias papá

Phillipe la miró durante unos segundos y aunque era del todo innecesaria la pregunta, ya que el brillo de sus ojos hablaba por sí mismo, de cualquier modo la hizo.

-          ¿Estás feliz hija?
-          Mucho papá
-          Eso es todo lo que interesa  --  le dijo él  --  ¿Preparada?

Ella asintió y salieron. Subirse al carruaje no resultó sencillo pero finalmente lo lograron. El mismo estaba profusamente adornado con flores, aunque no por las costumbres imperantes [2] sino con el fin de hacerlo más vistoso.

Aunque Sophie estaba perfectamente al tanto de los ríos de tinta que habían corrido con motivo de su boda, no dejó de sorprenderse al ver la cantidad de gente que había en las calles esperando verla pasar. Phillipe había tomado toda clase de precauciones para la seguridad de su hija, de modo que cuatro sirvientes que portaban lujosos trajes con los colores distintivos de la Casa Saint-Claire, acompañaban el recorrido de forma visible, pero eran muchísimos más los que NO se veían. Sin embargo, bien fuese porque había dado su palabra, o porque no le interesaba dañar en modo alguno a Sophie, Armagnac no intentó nada en su contra y pudieron llegar a las puertas de la iglesia sin inconveniente alguno.

Para acceder a la catedral de Notre Dame es necesario hacerlo a través de un puente, porque ésta está situada en la isla de La Cité que se encuentra en medio de las aguas del Sena, y tanto el puente como el frente de la catedral estaban abarrotados de personas. En la entrada se encontraban en teoría solo los invitados y del otro lado los que habían ido a mirar.

Kendall estaba de pie al lado de sus padres y un poco más atrás estaban Dylan y Luciano cuando vieron aparecer el carruaje que transportaba a la novia. Dylan cuyo ojo no había dejado de vigilar a todos los que estaban cerca, notó enseguida la cara de ira de Rachel en cuanto vio acercarse el carruaje, mientras que los presentes ahogaban una exclamación. Aparte de la ya mencionada profusión de flores, éste venía tirado por cuatro magníficos corceles cubiertos con gualdrapas finamente bordadas con los colores de los Saint-Claire. Al frente venían dos sirvientes portando estandartes que ondeaban al viento con el escudo de armas del Archiducado de Lothringen, donde se podía ver un águila blanca sobre campo azul entre un sable y una lanza, las armas éstas del Archiducado.

En cuanto el carruaje salió del puente, Kendall, sus padres y Dylan entraron a la iglesia, mientras que Luciano decidió quedarse atrás y observar la entrada de la novia. Phillipe descendió y ayudó a su hija a bajar y Luciano pensó que sin duda aquella señorita lucía espectacularmente hermosa y aunque esto no lo afectase a él, entendía el por qué aquellos sujetos habían perdido sus necias cabezas por ella. Por supuesto iba ataviada con el ornamentado y tradicional traje blanco cuya cola medía varios metros y portando sobre su atractiva cabeza la tiara distintiva que solo podían llevar las hijas del Archiduque. Luciano giró la mirada y vio las caras de las hermanas de la novia y si no se sorprendió fue porque conocía de primera mano lo envidiosas que podían ser algunas féminas, pero estuvo seguro que en por lo menos uno de los rostros, aquella proverbial envidia rayaba en el odio. Decidió que ya había visto suficiente y entró también.

Luciano había estado bastante acertado, porque tanto Rachel como Desire estaban más allá de la simple molestia o envidia, ya que entre otras muchas cosas, a ellas no se les había permitido utilizar la tiara archiducal. Por mucho que Phillipe las hubiese amado, protegido y cuidado como si fuesen sus propias hijas, ellas estaban perfectamente conscientes que en realidad no tenían derecho a portarla, pero aún así estaban furiosas.

Al otro lado de la iglesia y embozado en una gruesa capa con caperuza, Louis observaba con igual ira que las hermanas de Sophie el descaro con el que su hermano se conducía, y pensaba que solo él habría sido capaz de realizar una entrada como aquella y que estaba reservada a las princesas de sangre real, pero también solo él podía darse el lujo de hacerlo siendo quien era y teniendo como sin duda tenía el favor del rey.

Phillipe sujetó con suave firmeza la mano de su hija y comenzaron a caminar hacia la entrada de la catedral y hacia el destino final y tan ansiado de Sophie, que podía conducirla hacia la dicha o hacia la desgracia, algo que solo el futuro podría decir.




[1] Edicto de Nantes: Decreto firmado el 13 de abril de 1598 por el rey Enrique IV de Francia, donde se autorizaba la libertad de culto. Con la firma de este decreto se ponía fin al convulso período de las Guerras de Religión que asolaron a Francia durante el siglo XVI cuyo punto álgido fue la sangrienta Matanza de San Bartolomé de 1572. Enrique IV, también protestante, se había convertido al catolicismo para poder acceder al trono francés, pero ningún católico creyó nunca en esa supuesta conversión.
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[2]  En la Edad Media, las bodas se celebraban entre la primavera y el verano por una razón muy concreta. Aunque en nuestra época resulte algo difícil de imaginar, en ese entonces el aseo personal era “algo” diferente y ciertamente nada frecuente. Después de los habitualmente crudos inviernos, las personas tomaban su “primer baño”. De allí que los carruajes de las novias estuviesen adornados con gran cantidad de flores, con el fin de disimular “otros” olores menos agradables, y es de esta costumbre de donde nace la tradición del “ramo de la novia” Pido excusas a los lectores que tengan este conocimiento, ya que mi obstinada imaginación se niega a aceptar esa realidad, y mis personajes son definitivamente mucho más aseados.