La Dinastía

La Dinastía
Vidas Cruzadas es la primera entrega de la serie “La Dinastía” y cuenta la historia de los Saint-Claire en principio, una familia francesa cuyo hijo menor y por ciertas circunstancias es desterrado de su patria y decide establecerse en la Inglaterra de finales del siglo XVI. La historia de los Saint-Claire se verá estrechamente ligada a la de otras dos importantes familias inglesas, los Arlingthon y los Danworth, pero se verán envueltos en una serie de hechos que irán desde el amor y la amistad, hasta la mentira y la traición que desembocará en un complicado entramado de "Vidas Cruzadas" Safe Creative Código: 1211052633415

domingo, 8 de junio de 2014

Cap. 30 Antes de la boda…



A la mañana siguiente del desdichado incidente con la Condesa de Montebello, Dylan despertó sintiéndose algo mejor. El día anterior cuando había llegado a su casa se había ido derecho a darse un largo baño, luego de lo cual se tiró en su cama y no despertó hasta que ya el sol estaba poniéndose. Su estómago aun le molestaba y decidió no forzar las cosas, de modo que solo tomó algo de té que le supo horrible y prácticamente enseguida volvió a dormirse. El mayordomo le había informado que el Conde de Cagliari había ido a verlo en la mañana y en la tarde, y aunque sintió el enorme deseo de romperle la cara a Luciano, eso también había tenido que esperar.

Esa mañana después de su habitual cabalgata matutina y una vez que se había bañado y vestido apropiadamente,  bajó a desayunar. Había pensado que sintiéndose mucho mejor tendría un apetito voraz, sin embargo, su estómago no parecía estar de acuerdo.

Estaba abriendo su correspondencia cuando le fue anunciada la presencia de Luciano. Dylan pensó que definitivamente aquel individuo le tenía poco aprecio a su cabeza.

-          Buongiorno  --  lo saludó alegremente
-          Realmente eres muy desvergonzado Luciano Franceschi  --  le dijo
-          Aunque básicamente estoy de acuerdo contigo  --  dijo mientras se sentaba y cogía unas uvas  --  ¿Por qué lo estás diciendo?
-          ¿Cómo que por qué imbécil?  --  preguntó Dylan  --  Para empezar no sé en qué horroroso lío me vi involucrado seguramente por tu causa, y luego vas y me dejas al dudoso cuidado de tu hermana.
-          Aclaremos, en primer lugar el “horroroso lío” lo provocaste tú y no yo  --  dijo para asombro de Dylan  --  en cuanto a lo segundo, me pareció que necesitabas “cuidados especiales” y podemos decir muchas cosas de Emiliana pero se desvive por brindártelos.
-          Estabas perfectamente al tanto de mi decisión de no…
-          Vamos Dylan, has dicho lo mismo siempre e igualmente siempre terminas volviendo. Yo en tu lugar estaría más preocupado por la ira de cierto Duque cuya esposa no es nada discreta y cuya poca prudencia estuvo a punto de costarte tu orgullosa cabeza.

Repentinamente Dylan había “recordado”  a la criatura en cuestión y se maldijo en todos los tonos. Pero como eso ya no tenía remedio, se preparó para enfrentarse al furioso marido. Mientras que Luciano lo miraba con algo que Dylan identificó como… ¿curiosidad?

-          Descuida  --  dijo Luciano como si hubiese podido leer sus pensamientos  --  ese asunto está resuelto
-          ¿Cómo que está resuelto?
-          Ya me encargué de eso pero no es necesario que me lo agradezcas  --  le dijo con sonrisa maligna
-          Luciano, me acabas de decir que tenía que preocuparme…
-          Ya hombre  --  lo interrumpió  --  solo quise fastidiarte.
-          Pues ciertamente lo hiciste y mucho, pero no por eso, casi asesino a tu hermana  --  y Luciano rió  --  No le veo la gracia cretino
-          Dylan, convengo en que Emiliana puede llegar a ser irritante, pero estoy seguro que se aplicó mucho para hacerte sentir mejor
-          Y te equivocas estúpidamente, porque a menos que consideres una buena cosa que haya intentado envenenarme, no veo…
-          No digas necedades hombre, Emiliana no…  --  pero se detuvo y lo miró acentuando su anterior mirada  --  ¿Por qué piensas que intentó envenenarte?
-          Porque estoy bastante seguro en primer lugar de no haber bebido tanto como para despertar sintiéndome como me sentía, y el hecho de que recuerde lo sucedido aunque haya tardado en hacerlo, lo prueba, Y segundo, porque ayer pasé el peor de los días, mi cabeza parecía a punto de reventar y mi estómago ha rechazado prácticamente todo alimento, eso sin contar con el dolor en todo el cuerpo que ahora estoy seguro obedecía al mismo asunto, porque no fui lo suficientemente golpeado como para justificar semejante malestar.

La expresión de Luciano había cambiado en forma radical, lo que llevó a Dylan a sacar rápidas conclusiones y a confirmar sus sospechas de que Emiliana le había dado “algo” que no era té precisamente. Pero se sorprendió cuando su amigo se puso repentinamente de pie anunciando que se marchaba y parecía realmente furioso, porque Dylan tuvo el absurdo pensamiento de que los ojos de Luciano habían cambiado violentamente de color. Sin embargo, sacudió la cabeza diciéndose que los efectos de lo que fuese que le había dado Emiliana aun persistían.

-          ¡Ey!  --  lo detuvo  --  Si estás pensando ir a reprenderla ya no vale la pena, me conformo con que no me vuelvas a prestar el dudoso servicio de dejarme a su cuidado.
-          No, pero tengo otros asuntos que atender  --  le dijo y Dylan casi se echa a reír, porque desde que lo conocía si había algo que NO tenía el Conde de Cagliari era “algo” qué hacer  --  Vendré en la noche y…
-          Pues ni te molestes, salgo en la tarde para Francia y…
-          ¡No!  --  exclamó Luciano para mayor asombro de Dylan
-          ¿Disculpa?
-          ¿Qué vas a hacer a Francia?  --  preguntó recuperando su tono normal pero de forma completamente innecesaria porque sabía la respuesta, solo quería ganar tiempo y pensar en una salida
-          La boda de Kendall es en unos días  --  le dijo mirándolo aun con extrañeza
-          Pero tú no quieres ir a esa ceremonia
-          Yo nunca dije que no quisiera ir
-          No es necesario, te conozco lo suficiente y no precisaba escuchártelo decir.
-          Aunque así fuese no puedo faltar
-          Dylan, tu padre murió hace relativamente poco, estoy seguro que nadie te criticaría por…
-          No se trata de que me critiquen o no Luciano, tú eres mi amigo y te aprecio mucho, pero Kendall es como mi hermano y simplemente no puedo hacerle eso.

Luciano se quedó mirándolo por unos minutos y analizó la situación. Lo que Dylan acababa de decir él lo sabía, pero también sabía lo que Dylan no había dicho y que se negaba tercamente a reconocer. Él conocía a Dylan desde hacía casi ocho años cuando visitó por primera vez Florencia, y eran amigos desde entonces a pesar de la oposición del anterior Duque de Livingstone, lo había acompañado en varios de sus viajes y de lo primero que se había enterado Luciano con relación a la vida personal de Dylan, era que estaba enamorado como un escolar de la futura esposa de su amigo Lord Arlingthon. De hecho, cuando Luciano se enteró por los Canards que la susodicha señorita Saint-Claire estaba en Francia, quiso arrastrar a Dylan allá pero él se había negado pretextando que tenía otros planes y a continuación desapareció por un largo período de tiempo. Lo que nunca le dijo, era que él sí había estado en Francia y había visto a la mencionada señorita. Ciertamente le había parecido muy hermosa pero inaccesible por decisión propia y con un padre especialmente peligroso. Aunque Luciano no habría tenido ningún inconveniente en acercarse a ella, ya que no solo estaba respaldado por unos apellidos suficientemente sólidos como para aspirar a ser presentado a la damita, sino que poseía la dosis adecuada de encanto personal para ello y unas cuantas cosas más, decidió no acercarse en consideración a lo que su amigo sentía por la chica y a otro asunto más personal. De manera que se había olvidado de todo y había vuelto a Italia.

Cuando Dylan regresó en oportunidad de la enfermedad de su padre y le comentó que Lord Arlingthon contraería matrimonio con Sophie Saint-Claire, Luciano se sintió indignado y furioso en contra de Kendall Arlingthon, porque se preguntaba qué clase de amigo era aquel, pero luego de las sucesivas conversaciones con Dylan, había concluido que el necio éste nunca expresó sus sentimientos, de modo que Arlingthon nunca se enteró de nada.   

Sin embargo, ahora no podía permitir que Dylan se presentase en esa boda, porque estaba seguro que en las actuales circunstancias sería un positivo desastre. El asunto era que no veía cómo evitarlo. De modo que si no podía impedirle ir, tendría que asegurarse de otro modo que su amigo no cometiera una locura. Normalmente Luciano no se interesaba por nada ni por nadie que no fuese él mismo, y lo traía sin cuidado lo que la gente hiciese, pensase o padeciese, pero en este caso le tenía verdadero aprecio a Dylan, aparte de que en parte se sentía co responsable de su actual estado de vulnerabilidad.

-          De acuerdo, entiendo todo eso  --  dijo después de pensarlo un momento  --  ¿pero puedo pedirte algo?
-          ¿Qué cosa?
-          ¿Me dejas acompañarte?  --  Dylan sintió el repentino deseo de reír

Sabía perfectamente que por algún motivo que él no alcanzaba a comprender, Kendall le resultaba tremendamente antipático a Luciano y viceversa, de modo que aquella petición además de extraña, carecía por completo de sentido.

-          ¿Qué sucede Luciano? ¿Acaso estás aburrido de la temporada social?  --  preguntó con sorna
-          No pero me gustaría ir a Francia
-          Luciano Franceschi, aunque me sintiera inclinado a creerte y no es así, tú y yo sabemos que no soportas a Lord Arlingthon y…
-          Y es una oportunidad inmejorable para ver cómo se arruina la vida  --  lo interrumpió él con una sonrisa torcida
-          ¿Qué dices?
-          Vamos hombre, todo infeliz que sea capaz de casarse va derecho a arruinarse la existencia, así que…  --  y dejó la frase inconclusa dándolo por sobrentendido
-          Eres un bastardo arrogante, pero aun así no veo razón para fastidiarle la boda a Kendall con tu presencia.

Dylan era normalmente muy directo para decir las cosas, pero con todo no solía herir a las personas sin necesidad y él mismo se sorprendió de haber dicho aquella barbaridad, pero al mismo tiempo no sintió ningún arrepentimiento por ello, lo que lo sorprendió aún más. Mientras que Luciano no solo no estaba para nada sorprendido, aparte de que eso no era un secreto para él, ya que estaba perfectamente al corriente que la antipatía entre Arlingthon y él era mutua aunque Dylan y él nunca hablasen de ello. Pero esto no hizo más que reforzar sus intenciones de ir con él a Francia. De modo que puso al servicio de su causa, todo su considerable encanto, poder de convencimiento y otras habilidades hasta conseguirlo, prometiendo finalmente hacerse notar lo menos posible.

Una vez que Dylan aceptó su compañía, se apresuró a marcharse argumentando que debía prepararse para el viaje, pero en realidad tenía otros planes muy concretos y al abandonar la casa de su amigo, su alegre sonrisa se esfumó y marchó a su destino con decisión.


Emiliana estaba sentada frente a su tocador cepillando de forma distraída su largo cabello pero se giró sobresaltada.

-          ¡Te lo advertí Emiliana!  --  escuchó la voz llena de ira de su hermano
-          Deberías…  --  comenzó ella pero calló al ver a Luciano avanzar en su dirección
-          Hace ocho años te advertí que no te atrevieras
-          Era un niño entonces y respeté tu orden
-          “Mi orden” no tenía fecha de caducidad
-          No veo por qué tanto escándalo, es solo un hombre común y corriente  --  dijo con más valor del que en realidad sentía
-          Dylan Danworth es muchas cosas, pero dista mucho de ser común y no tiene nada de corriente, pero lo que establece la mayor diferencia es que es MI amigo.
-          Tú no tienes amigos Luciano  --  dijo ella con desprecio
-          Ese puede considerarse un mal menor si lo comparamos con el tuyo que es carecer de cerebro. Eres bella pero estúpida, puedes ser ardiente en la cama para beneficio de los incautos que caen en ella, pero eres incapaz de sentir realmente. Los hombres pueden creer que te aman, pero en realidad solo te utilizan, del mismo modo que tú a ellos y luego quieres cobrar venganza sobre algo que tú misma propiciaste. En suma, eres un desperdicio de tiempo y espacio

Cuando se trataba de herir, Luciano era sin duda el mejor y su hermana por quien ciertamente no sentía ningún aprecio, había cometido un terrible error que estaba a punto de pagar de la forma más costosa.

-          Como de costumbre cometiste un error de juicio porque careces de él  --  continuó Luciano  --  No lo notaste porque solo te interesaba una cosa, pero Dylan Danworth “era” diferente. He conocido muchas más personas de las que quisiera y menos de las que aún me falta por conocer, pero ello me ha servido para darme cuenta que estamos llenos de egoísmo, envidia, odio, crueldad y en casi todos predomina la necesidad de destruir a los demás para autoafirmarnos. Sin embargo, Dylan no es así, es noble, es leal y con un tal vez exagerado espíritu de sacrificio, pero lo más importante y lo único que tenías que haber tenido en cuenta en beneficio de tu propia salud, es que es la única persona a la que en todos mis años de vida he podido llamar amigo, de modo que no debiste meterte con él.

Emiliana ahora estaba aterrada, los ojos de Luciano se habían vuelto dos verdes puñales que le estaban gritando mucho más que su voz y cuyo mensaje de frío odio estaba traspasando su piel y repentinamente cambiaron mucho, lo que le indicó a Emiliana sin ninguna duda que estaba en verdadero peligro.

-          Cometiste un terrible error Emiliana y vas a pagar por ello mi “querida” hermana


Aquella misma tarde Dylan y Luciano partieron rumbo a Francia, y en cierta forma Dylan se alegró de llevar compañía. La razón para ello era que la distancia entre Florencia y París es de aproximadamente 1.200 Km., razón por la cual el viaje resultaba extraordinariamente largo, así que hacerlo acompañado era infinitamente mejor que hacerlo en solitario. Sin embargo, y a pesar de que solo se detuvieron el tiempo estrictamente necesario, apenas si llegaron con tiempo.

El día en cuestión, Sophie se había despertado muy temprano y aun en contra de lo que había pronosticado no se sentía en lo absoluto cansada, pero en cambio sí estaba en extremo emocionada. Desde que despertó su corazón no había dejado de latir a un ritmo acelerado, y cuando abrió los ojos lo primero que se encontró fue un enorme ramo de flores. Sonrió y tomó la nota que la doncella había dejado junto al mismo.

A partir de mañana, podré dártelas yo mismo todos los días. Te amo. Kendall

Desde el día que ella había aceptado desposarse con Kendall, a diario recibía un ramo parecido, sin faltar un solo día a lo largo de casi un año. Y aunque siempre se sentía emocionada, la de hoy era una emoción diferente. Ese día se convertiría en Lady Arlingthon y comenzaría una nueva etapa de su vida al lado del hombre que amaba. Lo único que la entristecía era que en cuanto se efectuase la ceremonia harían una breve visita a Italia y partirían de inmediato a Inglaterra donde residirían, lo que implicaba alejarse de los Saint-Claire.

Durante los últimos cuatro años ellos habían constituido la familia que Sophie más había deseado. Su tío Maurice se había ganado su corazón prácticamente desde el primer día, su tía Marie con su dulzura la había hecho olvidar los años de soledad. Jacques en todo momento se mostró no solo amable sino en extremo protector con ella, y también se había ganado su afecto. Pero de todos a quien más echaría de menos sin duda era a Madeleine, porque a pesar de haber tenido cuatro hermanas, con ninguna desarrolló el lazo que la unía a su prima.  El caso de Phillipe era diferente, a él lo vería más seguido porque había decidido que pasaría la mitad del año en Inglaterra y la otra mitad en Francia, lo que a ella le produjo una gran alegría, ya que no habría soportado estar tanto tiempo, separada de su padre.

Por su parte el futuro esposo de Sophie no podía estar más feliz. Dos días antes de la boda se llevó la enorme sorpresa de la llegada de sus padres. Ellos no le habían avisado que finalmente irían y de hecho en su última carta volvían a lamentar no poder hacerlo. Sin embargo, después de la sorpresa y la alegría inicial, Kendall se preocupó, miró con aprensión a su madre y preguntó por su salud pero ella le aseguró que estaba perfectamente y que solo había sido un problema pasajero que no había dejado secuelas.

La otra sorpresa se la llevó el mismo día de la boda. Acababa de entregar la nota para Sophie al sirviente, cuando sintió pasos apresurados y se volvió.

-          ¡Dylan!  --  exclamó y corrió a abrazar a su amigo
-          Supongo que no creíste que iba a perderme el gran acontecimiento ¿no?
-          Pues la verdad ya estaba resignado, pero pudiste haber escrito aunque solo fuese una línea grandísimo infeliz  --  le dijo golpeándole el brazo

En ese momento venía entrando Luciano y la expresión de Kendall varió de forma casi imperceptible.

-          Supongo que recuerdas a mi amigo el Conde de Cagliari  --  dijo Dylan
-          Buongiorno milord  --  saludó Luciano
-          Milord  --  se limitó a decir Kendall con una ligera inclinación de cabeza

Aunque nunca habían hablado de ello, Kendall estaba seguro que Dylan lo conocía lo suficiente como para saber que aquel sujeto no le agradaba. Sin embargo, difícilmente habría podido decir nada o expresar malestar alguno, ya que estaba en la propiedad de Dylan y ciertamente él podía llevar a su casa a quien le diese la gana. En ese momento Kendall se reprochó el no haber seguido el consejo de su futuro suegro en el sentido de haberse trasladado al Chateau que había adquirido con miras a futuras visitas a Francia, ya que Sophie había expresado su deseo de volver a visitar a su familia, pero él no había querido porque era su regalo de bodas para Sophie, de manera que si se hubiese trasladado allá habría arruinado la sorpresa y en cualquier caso no quería estar allí sin ella.

-          Permítame felicitarlo por su próximo enlace matrimonial  --  estaba diciendo Luciano en aquel momento
-          Gracias milord  --  contestó Kendall
-          ¡Vamos hombre, quita esa cara!  --  exclamó Dylan  --  Sé que Luciano no te resulta el individuo más simpático del mundo pero solo tendrás que soportarlo por unas horas  --  agregó con una sonrisa sardónica

Kendall abrió desmesuradamente los ojos ante el comentario tan poco amable y se preguntó qué demonios le sucedía a Dylan. Luciano notó el malestar de Kendall y aunque lo estaba disfrutando, creyó su deber restarle importancia al asunto.

-          No le preste atención Lord Arlingthon, si conoce a este majadero tan bien como yo, sabrá que le satisface molestar al prójimo

A Kendall le molestó la velada insinuación de que aquel imbécil pudiese conocer a Dylan mejor que él que había crecido a su lado, pero aunque ciertamente estaba acostumbrado al humor ácido de su amigo, aquello casi rayaba en la grosería y no dejó de sorprenderlo. Sin embargo, no hubo tiempo para mucho más, porque los viajeros subieron a sus habitaciones a asearse y descansar un rato.


Hacia media mañana, una doncella entró a la habitación de Sophie y puso ante ella una bandeja con un paquete. Sophie le agradeció y una vez que la doncella salió miró el paquete y sonrió. Antes de abrirlo pensó que Kendall la estaba consintiendo mucho, pero en cuanto abrió el estuche ahogó una exclamación. Después de mirar su contenido, tomó la nota adjunta.

Dije que quería ver esto en un solo lugar y sigo pensando lo mismo. En cuanto a lo “otro”, pensé que le gustaría recuperarlo. DD

En el fondo del estuche estaba la daga regalo de su padre y que había considerado perdida cuando atacó al Duque de Armagnac con ella, pero evidentemente Dylan la había recuperado y se la estaba devolviendo junto con la cadena que él le había dado hacía muchos años atrás.


viernes, 6 de junio de 2014

Cap. 29 Lejos de Francia…



Faltaba solo una semana para la boda y el Chateau Saint-Claire era un hervidero. A pesar de lo muy emocionada que estaba Sophie, estaba igualmente muy cansada de tantas carreras y una mañana se lo expresó en esos mismos términos a un risueño Phillipe.

-          Padre, el día de mi boda ni siquiera tendré voluntad para llegar al altar y caeré a las puertas  de la iglesia rendida de puro agotamiento  --  se quejó la chica
-          Vamos hija, todas las mujeres disfrutan mucho de los preparativos de sus bodas
-          Pues insisto en que debí ser hombre  --  dijo ella con terquedad
-          Dudo que tu prometido se muestre muy conforme con ese deseo  --  siguió bromeando Phillipe


El susodicho prometido estaba enormemente emocionado y no veía la hora de que llegase el momento tan esperado.  Solo dos cosas empañaban su dicha y ya se había resignado a que no había forma de revertir eso. Sus padres seguían negándose a hacer aquel viaje y por lo que le había escrito su padre, no se trataba de que no quisiesen ir, sino que Brenda, su madre, no estaba muy bien de salud, de modo que ya Kendall se había resignado al asunto. Por otro lado, faltando apenas una semana para la boda le llegó una carta de su hermano Arthur donde le comunicaba que él tampoco podría asistir, porque su esposa le había anunciado que estaba embarazada. Por una parte se alegró sinceramente por su hermano, pero por otro lamentó que también tuviese que prescindir de su presencia. Y por último pero no menos importante, la última carta que recibió de Dylan, fue en oportunidad de la muerte de Joseph Danworth. Era extremadamente breve y aparte de notificarle el lamentable deceso, solo decía que debía ocuparse de algunos asuntos legales y nada más, después de eso no había tenido más noticias suyas. Le había escrito tanto a sus Villas en Florencia y Milán, como a Livingstone e incluso a su residencia de Londres, pero no había recibido respuesta. De modo que ya asumía que tampoco estaría presente el día de su boda.


Después de la muerte de Joseph, Dylan se había ocupado concienzudamente de todo cuanto su padre le había encargado. Una vez que atendió todo lo concerniente al asunto legal de su herencia y la posesión de los títulos, resolvió la cuestión de su madre. Ese mismo día cuando salió de Livingstone, fue a Darnley. Ese era un asunto pendiente, porque en su última carta Kendall había manifestado su tristeza y la de Sophie, ya que sus padres confirmaban que no asistirían a la boda.

Brenda estaba en su saloncito particular haciendo un poco de bordado, cuando fue interrumpida por el mayordomo.

-          Mi lady siento interrumpirla, pero milord me ordenó avisarle que Lord Danworth está en el salón  --  dijo el hombre
-          Gracias  --  dijo Brenda

Dejó a toda prisa lo que estaba haciendo para ir a recibirlo. Los Arlingthon no veían a Dylan desde que había partido con su hijo, así que les causaba mucha emoción verlo de nuevo.

-          ¡Dylan!  --  exclamó en cuanto entró al Salón
-          Mi lady  --  dijo él poniéndose de pie, pero un segundo después la mujer lo estaba abrazando
-          Que gusto verte Dylan
-          Gracias mi lady, a mí también me complace verla y permítame presentarle a mi amigo Luciano Franceschi, Conde de Cagliari
-          Il mio piacere mi lady  --  dijo Luciano inclinándose cortésmente y besando su mano, después de lo cual ella miró de nuevo a Dylan
-          Lamento mucho lo de tu padre  --  dijo y el chico bajó la cabeza

Los Arlingthon se sintieron de veras apenados, porque era evidente que le había afectado mucho la muerte de Joseph.  Después de un momento le pidieron que les diera noticias de su hijo. Él les dijo que llevaba casi un año sin verlo, porque desde que se había ido a Italia por la enfermedad de Joseph, no había vuelto a Francia.

-          Sin embargo, aparte de mi deseo de saludarlos y a riesgo de parecer entrometido, esa es la razón que me trajo aquí hoy  --  les dijo y ellos lo miraron con extrañeza
-          Él está bien ¿verdad?  --  preguntó Brenda con aprensión
-          Sí mi lady, Kendall está perfectamente pero muy triste, porque tengo entendido que no asistirán ustedes a su boda.

No fue necesario que ellos dijesen nada, porque por la forma en la que se miraron Dylan supo que no había ningún impedimento para su asistencia y que fuese cual fuere el motivo, obedecía a una decisión personal. Esto lo hizo preguntarse de nuevo si la pasada conducta de la madre de Sophie tenía algo que ver en el asunto. Pero si algo no tenía Dylan era intenciones de quedarse sin respuestas, y siendo como era muy directo para todo, los enfrentó con la pregunta.

-          Están ustedes en libertad de no responder, por supuesto  --  comenzó  --  ¿Pero hay algún motivo por el que se sientan inclinados a desaprobar la decisión de Kendall?

Los Arlingthon se sorprendieron tanto por la percepción como por la precisión de aquel chico, pero más aún por lo directo de la pregunta.

-          No tenemos nada en contra de la señorita Saint-Claire como persona  --  comenzó William  --  pero pensamos que no es la dama más adecuada para Kendall
-          ¿Y puedo preguntar la razón?
-          Dylan, entendemos que Phillipe pasó por una época muy dura y que tuvo que hacerse cargo prácticamente él solo de sus hijas, razón por la cual creemos que al menos la pequeña no recibió la educación adecuada
-          ¿En qué sentido?  --  Dylan estaba furioso pero se cuidó muy bien de demostrar ningún sentimiento, pero Luciano lo vigilaba con atención y sabía sin lugar a dudas que lo estaba
-          Para ser honesto, en todos los sentidos. Estamos al tanto de la amistad que mantuvo con ustedes siendo apenas una niña, y ya eso en sí mismo deja mucho qué desear. Por otra parte, no tuvo la orientación adecuada por parte de una madre, de modo que dudamos mucho que pueda cumplir con su rol de esposa y menos aún con el de madre de un niño, porque supongo que no has olvidado que Kendall tiene un hijo.

Dylan tuvo que hacer un verdadero e inhumano esfuerzo para no ponerse a gritar a Lord Arlingthon. Sin embargo, tuvo el juicio suficiente como para no hacerlo. Intentó serenarse y organizar lo que acababa de escuchar. Si lo veía desde su punto de vista era posible que la razón les asistiese, pero faltaba el pequeñísimo detalle de que ellos no conocían a Sophie como la conocía él, por lo tanto no sabían el tamaño de su error.

-          Milord, no es mi intención contradecirlo pero me gustaría sugerir en primer término, que antes de juzgarla de manera tan dura, se diesen la oportunidad de conocerla. No voy a cometer la necedad de negar lo que ya saben, de niños mantuvimos una relación de amistad y esto nos permitió conocer y saber lo dura y solitaria que fue su infancia, y nos dio al mismo tiempo la oportunidad de aliviar en algo esa desafortunada situación con nuestra compañía. Con relación a su educación, no hay nada por lo que deberían ustedes preocuparse menos, porque puedo asegurarles que recibió una de las más esmeradas. Es posible que Phillipe Saint-Claire estuviese muy ocupado, pero no por eso descuidó la educación de su hija. En cuanto a su preocupación por la falta de guía materna, tampoco puedo negar eso, pero si lo ve desde otro punto de vista, esto quizá haya resultado hasta cierto punto beneficioso. La tía de la señorita Saint-Claire debe haber suplido esa carencia en forma muy adecuada, porque he tenido la oportunidad de ver el comportamiento en sociedad de las hermanas de la señorita Saint-Claire y el de ella, y puedo asegurarle que dista mucho la una de las otras  --  hizo una pausa y luego agregó  --  Están ustedes en todo su derecho a preocuparse por Kendall, pero les pido por favor que les den la oportunidad. La señorita Saint-Claire es la mujer que Kendall ama y a la que ha amado siempre, de modo que siendo ustedes los padres que siempre he creído que son, apelo al amor que sienten por su hijo para que acepten su decisión y no le hagan las cosas difíciles. Ya Kendall sufrió mucho con la pérdida de su hija, y si ahora tiene la oportunidad de ser feliz, creo que todos deberíamos apoyarlo.

Los Arlingthon estaban sumamente incómodos, por un lado les apenaba que un chico estuviese allí plantado diciéndole todo eso, por otro, era imposible negar la justicia de sus argumentos, y por último se sentían miserables por haber estado negándose a apoyar a su hijo en algo tan importante para él. Mientras que Luciano sabiendo lo que sabía, en principio se había preguntado por qué Dylan hacía aquello, pero casi de inmediato se dio cuenta que él ya conocía la respuesta. Lealtad.

Después de eso y aunque no se comprometieron en ningún sentido, Dylan esperaba sino haber conseguido la asistencia de los Arlingthon a la boda de su hijo, al menos haber logrado allanarles un tanto el camino para cuando Kendall y Sophie regresaran a Inglaterra. Se despidió de ellos en los mejores términos, prometió visitarlos de nuevo cuando volviese al país y se marchó.

-          William  --  dijo Brenda cuando estuvieron solos  --  cada vez me convenzo más de lo equivocada que estuve con ese muchacho, no solo es el mejor de los amigos, sino uno de una lealtad a toda prueba, ni siquiera Arthur que es su hermano, exhibe esa lealtad hacia Kendall.
-          Como te dije la vez anterior, lo veíamos como el chico revoltoso y transgresor que era, pero debo reconocer que se ha convertido en la clase de hombre que muchos querrían ser y que pocos son. Y coincido contigo, nuestro hijo es muy afortunado al tenerlo como amigo.


Una vez que Dylan terminó con sus asuntos en Inglaterra volvió al continente, algo por lo que Luciano se sintió agradecido ya que había motivos de peso para que no le gustase de forma especial Inglaterra. Dylan se detuvo brevemente en España para entrevistarse con los administradores de sus propiedades allí y luego volvió a Italia, ya que era allí donde su familia siempre había tenido más intereses, así que se dedicó a hacer un recorrido por todas sus propiedades y luego de eso volvió a Florencia. Aun estaba pendiente el viaje a Francia pero por algún motivo no deseaba hacerlo, de modo que comenzó a retrasarlo.

Como todos sus asuntos legales ya estaban resueltos, Dylan se dedicó a distraerse. Había vivido unos meses terribles con la enfermedad de su padre y esto lo había afectado tanto emocional como físicamente.

-          Vamos hombre  --  le dijo un día Luciano  --  entiendo y respeto tu abatimiento, pero aunque lamentablemente tu padre falleció, tú sigues vivo. De modo que se acabó el encierro, es hora de que salgas y respires de nuevo.

Y efectivamente lo arrastró a un interminable desfile de cenas, veladas musicales y eventos de todo tipo, pero aparte de eso, se encontró nuevamente con la condesa de Montebello y como de costumbre Emiliana le expresó en los términos más claros, que estaba más que dispuesta a recibirlo tanto en sus salones como en su cama, pero Dylan siguió manteniéndose  a distancia.

Un día Dylan despertó sintiéndose terrible, sentía que le dolía todo. Intentó abrir los ojos y no le fue posible, pues la luz los hirió en forma violenta. Hizo memoria y los recuerdos fueron llegando poco a poco. El día anterior había comenzado mal y parecía no haber terminado mejor. A la hora del desayuno había recibido otra carta de Kendall, esta vez más breve que las anteriores. En esta ocasión se limitaba a decirle que esperaba que estuviese bien y que seguía teniendo esperanzas de que llegase a tiempo para su boda. Esto le recordó a Dylan que faltaban solo ocho días para la bendita boda y su día se ensombreció.

Después de eso salió a montar, tuvo una intensa práctica de esgrima, fue a comer con unos amigos y en la noche salió con Luciano. Pero a partir de ahí los recuerdos se hacían borrosos aunque estaba seguro que no había bebido tanto. Recordaba haberse  peleado a golpes con varios sujetos o al menos eso creía, porque era una imagen más bien confusa y se preguntó si lo había soñado. Pero luego pensó que era muy posible, ya que Luciano no discriminaba a la hora de frecuentar toda clase de lugares y en algunos las cosas solían ponerse difíciles, además de que el dolor en diferentes zonas de su cuerpo, atestiguaba que debía haber recibido muchos golpes. Sin embargo, algo no le cuadraba, porque seguía con la idea de no haber bebido tanto.

Intentó girar la cabeza y un dolor en el cuello se lo impidió, maldijo por lo bajo y se preguntó en qué clase de lío había estado metido. En ese momento recordó la voz de su padre advirtiéndole acerca de Luciano, ya que Joseph siempre sostuvo que a pesar de proceder de una excelente familia, había “algo” en el joven Conde de Cagliari que no le agradaba. Solo esperaba no haber amanecido en una cama que le trajese demasiados problemas.

Sin embargo, su perspectiva al respecto cambio mucho y para mal cuando repentinamente percibió un perfume que le resultaba vagamente familiar, y cuando lo identifico gimió internamente, porque era el último lugar donde le habría gustado amanecer incluida cualquier situación que involucrase a un marido celoso.

Pasaron unos minutos o muchos, no estaba seguro de ello, pero cuando intentó moverse de nuevo sintió un peso sobre su cuerpo, la cabeza y el cuello le dolían horrores y pensó absurdamente que solo le faltaba haber sufrido una conmoción cerebral. Trató de abrir los ojos nuevamente y en esta ocasión lo logró, pero al minuto siguiente los cerró con fuerza y su teoría de que había sufrido un severo un traumatismo en la cabeza tomó fuerza.

Estaba bastante seguro que la mujer que acababa de ver era Emiliana, pero… no, definitivamente algo estaba muy mal, y como no encontró una explicación volvió a mirar. Ahora ella estaba de pie al lado de la ventana y lo miraba risueña.

-          ¿Asustado Dylan?  --  preguntó ella acercándose a la cama
-          ¿Emiliana?  --  preguntó él a su vez, y seguía mirándola con una expresión que estaba a mitad de camino entre la confusión y la alarma
-          Por supuesto querido  --  dijo ella  --  ¿Con quién más podías estar sino conmigo?
-          No te me acerques  --  dijo incorporándose en forma violenta, algo que fue muy mala idea
-          Creo que es tarde para eso amor  --  dijo ella ahogando la risa  --  Por si no lo has notado, estás en “mi” cama, en “mi” casa, y definitivamente en “mi” vida

La cabeza de Dylan era un lío y en medio de ella parecía flotar un gran signo de interrogación. Cuando se incorporó sintió de nuevo el dolor y se sujetó la cabeza y el cuello como si estuviesen a punto de desprendérsele del cuerpo, y en un vano intento de frenar la desquiciada danza de los objetos a su alrededor, pero solo tenía la idea fija de salir de allí lo antes posible. Sin embargo, eso lucía bastante difícil en sus actuales circunstancias. Apenas si podía enfocar la vista ya no digamos intentar ponerse de pie, a lo que debía agregar que estaba completamente desnudo y sin duda iba a costarle un gran esfuerzo vestirse suponiendo que lograse mantenerse en pie.

No obstante y siendo obstinado, apartó las sábanas y se sujetó a uno de los postes de la cama, esperó unos segundos y cuando volvió a mirar, las cosas parecían haberse aquietado y habían dejado de bailar enloquecidas. Miró a su alrededor tratando de localizar sus prendas de vestir y una vez que lo hizo caminó en lo que si no era una marcha del todo estable, sin duda era muy decidida.

-          ¿Realmente piensas marcharte?  --  preguntó Emiliana mientras él se vestía
-          Por supuesto, no tengo idea de cómo o por qué llegué hasta aquí, así como no la tengo de lo que me diste para que me quedase, pero…
-          En realidad fuiste tú quien me dio más de lo que planeaba, aparte de una noche maravillosa  --  dijo ella con sonrisa perversa

Dylan se sentía enfermo y no solo era una expresión para describir su estado emocional y mental, sino que realmente lo estaba. Su estómago estaba revuelto, la cabeza lo estaba matando así como el dolor en cada centímetro de su cuerpo, la luz hacía que su dolor aumentase y le gustaría que aquella desdichada dejase de gritar. Fuera lo que fuese lo que aquella maldita mujer le había dado, estaba seguro que iba a matarlo y por un momento recordó que los Franceschi si había que creer a la historia, descendían de los Borgia por parte de su abuela, la condesa de Capri que había contraído nupcias con un hijo ilegítimo de César Borgia, familia ésta especialmente famosa por su habilidad para sacar de su camino a sus enemigos de formas altamente sospechosas. Pero hizo a un lado estas consideraciones, porque si iba a morir no lo haría allí.

Una vez que pudo colocar su camisa, sus pantalones y calzado en su lugar y prescindiendo de todo lo demás, se dirigió hacia la puerta.

-          Dylan  --  intentó retenerlo Emiliana
-          ¡Déjame en paz!  --  exclamó él y por primera vez en su vida sintió el casi irrefrenable deseo de golpear a una mujer

Y pensó que afortunadamente para aquella desdichada él seguía siendo un caballero, y luego de sacudir su brazo para liberarse siguió en su camino hacia la puerta, pero evidentemente Emiliana no estaba dispuesta a dejarlo marchar, porque se interpuso en su camino desatando con esto la furia de Dylan que por un momento perdió la perspectiva y la sujetó por el cuello pegándola a la pared.

-          No puedes hacerlo  --  dijo ella sonriendo  --  aunque realmente quisieras matarme, no podrías
-          No me pongas a prueba Emiliana, o podrías descubrir lo equivocada que estás  -- dijo con voz serena al recordar que había extrañas criaturas que disfrutaban sintiéndose amenazadas pero decidió que no le daría esa satisfacción por muy furioso que estuviese, de modo que la soltó y se marchó
-          Puedes marcharte Dylan Danworth, pero volverás  --  y emitió una desagradable carcajada que persiguió a Dylan hasta abandonar el lugar

Ciertamente Dylan en algún momento volvería, pero  no como ella lo habría deseado y ella no lo volvería a ver jamás.