Lord
William Arlingthon, décimo octavo Duque de Darnley, era un hombre de cuarenta y
dos años de edad, de estatura normal y con tendencia a engordar, algo que no
había sucedido por su constante ejercicio. Aun cuando estaba en Londres, salía
a montar todas las mañanas, practicaba esgrima un par de horas diarias, y en
ocasiones realizaba largas caminatas. Habría sido educado para ser justamente
lo que era, un noble sin ningún otro oficio que el de ser miembro destacado de
la corte.
Su
familia siempre se mantuvo fiel a la dinastía Tudor, pero en los convulsos años
del reinado de Enrique VIII, y cuándo Ana Bolena fue ejecutada, su familia
había caído en desgracia por ser partidarios de la decapitada reina. Sin
embargo, el padre de William se retiró prudentemente a Darnley, y desde allí
continuó apoyando a Isabel. Cuando ella subió al trono, no olvidó a todos los
que la habían apoyado incluso cuando había sido enviada a la Torre de Londres,
y todos ellos fueron llamados de nuevo a la corte. Para ese entonces, el
pequeño William contaba con siete años de edad, y antes de cumplir quince, ya
su matrimonio había sido concertado por sugerencia de la Reina. La doncella
escogida era la hija de Lord Davenport, Conde de Durham.
No
obstante, no conoció a su futura esposa hasta que cumplió diecisiete años, y
aunque en aquellas circunstancias eso carecía de importancia, le agradó saber
que Brenda Davenport era una chica agraciada.
Contrajeron
nupcias cuando cumplió veinte años, su nueva esposa fue llevada ante la Reina
como correspondía, y al poco tiempo fue requerida a su servicio. De modo que
Brenda se trasladó a la corte.
Brenda
había sido criada en el campo, como solía suceder con los hijos de los nobles,
pero había recibido esmerada educación en cuanto a cómo conducirse en la corte.
Sin embargo, la vida de palacio no era de su agrado y durante su primer año de
matrimonio fue sumamente desgraciada. El quedar embarazada supuso para Brenda
una doble alegría, primero por el hecho en sí, y segundo porque volvía a
Darnley, ya que una mujer embarazada se veía obligada en aquella época, a
recluirse una vez que su embarazo comenzaba a notarse. No obstante, su salud
desmejoró mucho, tuvo un embarazo difícil y el bebé no sobrevivió a la primera
semana de vida. Esto sumió a Lady Arlingthon en una profunda depresión, pero le
dio la oportunidad de notar que su esposo, a quien hasta entonces conocía más
bien poco, era una excelente persona.
Si
bien la pérdida de su primer hijo había sido una gran decepción, esa desgracia
sirvió para unir a la pareja y comenzar una verdadera vida de casados. Un año
después, Brenda volvió a embarazarse y esta vez el embarazo ni siquiera llegó a
término. Con aquella nueva pérdida, Brenda comenzó a preocuparse, y su
preocupación aumentó cuando comenzó a pasar el tiempo y no quedaba embarazada
de nuevo. Lord Arlingthon estaba siendo presionado por su padre y por su amigo
Lord Danworth para que dejase a su esposa por su incapacidad de darle un
heredero, pero finalmente y casi diez años después de su matrimonio, nació
Kendall.
Con el
nacimiento de su hijo, Brenda abandonó en forma definitiva la corte, aparte de
que era algo que nunca había querido, después de lo mucho que le había costado
concebir y dar a luz a su hijo, lo último que quería era alejarse de él. Y si
bien la costumbre era que los niños fuesen amamantados por una nodriza, y
legados al cuidado de ésta primero y luego a las institutrices o tutores,
Brenda no lo hizo. Amamantó a su hijo, y siempre estuvo al pendiente de todo lo
relacionado con él. Aun cuando un año después volvió a quedar embarazada y su
segundo hijo nació sin problemas, Kendall siempre fue y seguía siendo objeto de
su máxima atención.
Kendall
Arlingthon heredó la apariencia de su padre, era rubio y de ojos azules, pero
poseía el carácter dulce de su madre. Fue un niño curioso e inquieto desde el
inicio, lo que a pesar de la severa vigilancia a la que estaba sometido, quizá
producto de las dificultades que habían tenido los Arlingthon para lograr un
heredero, durante sus primeros años de vida sufrió varios accidentes que
afortunadamente no fueron graves.
Cuando
cumplió siete años, Lord Arlingthon contrató los servicios del señor Fitzgerald
como tutor de Kendall. Este era un militar de carrera, pero a raíz de las
severas heridas recibidas en la guerra, se había visto forzado a retirarse de
la milicia activa y de entre los muchos expedientes que Lord Arlingthon revisó,
el de este caballero fue el que contó con mayor aprobación. Le costó un poco
convencerlo, ya que él nunca había pensado en dedicarse a la educación de
ningún chico, pero cabe suponer que tres cosas terminaron por disuadirlo. La
primera, la posición de quien se lo estaba solicitando. Fitzgerald sabía
perfectamente que no era buen asunto contrariar a los miembros destacados de la
corte, ya que ello podría hacerlo terminar con sus huesos en la Torre de
Londres. Segundo, Lord Arlingthon podía resultar sumamente encantador y
convincente. Y tercero, la grosera suma que se le ofrecía por sus servicios. De
modo que a pesar de no estar en sus planes, terminó siendo el tutor del futuro
Duque de Darnley.
Para
ser justos, el pequeño Lord no era tan problemático, aunque sufría del mismo
mal que casi todos los niños de su posición. Era malcriado y caprichoso, pero
normalmente se podía razonar con él, cosa que no podía decir el señor James,
con quien Fitzgerald había tenido oportunidad de conversar alguna vez, y quien
se quejaba de que por mucho que lo intentara, no había forma de que Dylan
Danworth obedeciera pacíficamente. Pero fuera de eso, Fitzgerald no tenía
mayores quejas de Kendall. En sus estudios mostraba el conveniente interés,
aunque no era muy afecto a la lectura. Los idiomas se le daban bien, al igual
que las operaciones aritméticas. Por la parte de protocolo, sabía que
comprendía perfectamente todo y estaba consciente de sus futuras obligaciones
como Duque, pero de momento, todo ello le resultaba en extremo fastidioso al
joven.
Cuando
Arthur, el segundo hijo de los Arlingthon, cumplió siete años y a raíz de que
Lord Arlingthon estaba sumamente satisfecho con los servicios de Fitzgerald, le
planteó hacerse cargo también de su hijo menor. Inicialmente Fitzgerald tuvo la
intención de rechazar el ofrecimiento, pero no era asunto fácil decirle que no
a un individuo como William Arlingthon. De modo que el hombre tuvo que asumir
la enseñanza de Arthur. Sin embargo, pronto descubrió que el joven Arthur era
completamente diferente a su hermano, y a diferencia del mayor, Arthur parecía
tener verdadera sed de conocimientos, y en cuanto al área de protocolo, no
podía ser más aplicado. Así que Fitzgerald no tuvo ningún problema con este
chico y además sus ingresos aumentaron en forma considerable.
Dos
hechos de naturaleza diferente alteraron la normal vida del Castillo Darnley
aquel año. El primero a mediados de la primavera y durante el desayuno, Lord
Arlingthon se aclaró la garganta, con lo que los miembros de su familia
prestaron atención.
-
He recibido una carta de los abogados de
los Davenport -- comenzó, con lo que su esposa se tensó
Normalmente
siendo que las mujeres permanecían bajo la tutela primero de sus padres y luego
de sus maridos, todos los asuntos legales eran tratados directamente con él.
El
padre de Brenda había muerto hacía varios años, poco después del nacimiento de
Arthur. Su madre lo había hecho mucho antes y su hermano mayor había muerto en
una de las muchas batallas en nombre de la Reina. De modo que solo le quedaba
un hermano, por lo que naturalmente sintió aprensión al escuchar que su esposo
había recibido comunicación de los abogados de su familia.
-
¿Están todos bien? --
preguntó con un hilo de voz
-
No, lo lamento querida, pero el hijo de
John falleció.
-
¡Oh por Dios! --
exclamó
-
Contrajo viruela y al parecer no logró
superarlo
Aquella
también era una lamentable característica de la época, las enfermedades como la
viruela, el cólera, la tuberculosis y otras más, cobraban una gran cantidad de
víctimas, ya que no existían los antibióticos.
-
Pobres Jane y John --
dijo Brenda secándose las lágrimas
-- ¿Cuándo sucedió?
-
Hace un par de semanas.
-
Me habría gustado estar con ellos.
Eso
también era un problema, las comunicaciones eran lentas y las distancias
largas. La familia de Brenda vivía al Norte del país.
-
El señor Phelps desea ponerse en contacto
conmigo, porque John ha firmado los documentos de cesión para que el título
pase a Arthur -- dijo William
El
hermano de Brenda era quien había heredado el título de Conde de Durham a la
muerte del padre de ambos, porque el hermano mayor, también había muerto para
ese entonces y siendo que John no tenía más hijos varones y que aún él estaba
vivo, podía elegir a cuál de sus sobrinos ceder el título, de no haber
sobrevivido a su hijo y al morir éste, quien habría heredado de forma
automática habría sido Kendall, porque lógicamente era el primero en la línea
de sucesión.
Esto
tomó por sorpresa a los chicos, ellos conocían a su tío pero no a su primo, de
modo que su muerte la lamentaban como la de cualquier ser humano, pero en
realidad no se sentían especialmente dolidos ya que no existían lazos de
afecto.
-
Siento lo de nuestro primo -- dijo
Kendall -- pero supongo que debo felicitarte hermano
-
Padre
-- dijo el chico --
¿Por qué yo? -- preguntó con extrañeza -- ¿No
le correspondía a Kendall? -- y su padre les dio las explicaciones
-
De modo que John está en su derecho de
cederle el título a quien lo considere más conveniente --
dijo cuando terminó
-
Y me alegra que haya escogido a
Arthur -- dijo Kendall con sinceridad --
¿Para qué querría otro título? Es decir, ya tengo uno ¿no?
Después
de la triste noticia de la muerte del niño, el tiempo siguió su curso. Unos
días después de que Lord Arlingthon volviese a la corte cuando se inició la
nueva temporada, para sorpresa de su familia regresó y no parecía especialmente
feliz. Se había encerrado en el estudio con Brenda y no salieron hasta la hora
de la cena, la cual se efectuó en medio de un pesado silencio.
Una
vez finalizada la misma, Lord Arlingthon le dijo a su hijo mayor que debía
conversar con él, de modo que Arthur se retiró a sus habitaciones mientras
Kendall seguía a sus padres al estudio.
-
Kendall, hay algo de suma importancia que
debo comunicarte -- comenzó
-- Asumo que estás consciente de
tus responsabilidades como futuro Duque de Darnley -- y
el chico asintió -- Del mismo modo que sabes, que como súbditos
de la Reina le debemos obediencia
-- y Kendall volvió a
asentir -- Bien, porque se me comunicó que la Reina ha
sugerido un compromiso entre la hija del Barón de Chase y tú.
Por un
momento Kendall pensó que aquello debía ser una broma, después de todo tenía
solo catorce años recién cumplidos.
-
Pero padre…
-
No hay peros Kendall -- lo
interrumpió él -- Me reuniré con Lord Chase la semana próxima y
formalizaremos el compromiso.
Aunque
Kendall hubiese querido oponerse, o tan siquiera opinar en el asunto, sabía que
no era posible, y por primera vez en su vida odió aquello para lo que había
nacido y a partir de ese día también odió con todas sus fuerzas, a la futura y
no conocida novia.

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