El día
anterior a la partida de Dylan, el chico salió como de costumbre a reunirse con
sus amigos. Joseph había decidido no interferir en eso porque finalmente
apartaría a su hijo de allí y el problema quedaría resuelto.
A
pesar de que Kendall estaba contento por la suerte de su amigo, no pudo evitar
sentirse algo triste por su inminente partida, sin embargo, trató de conservar
el buen ánimo. Mientras que Sophie, que durante la última semana se había
esforzado en aparentar alegría, aquel día cuando se encontró con Kendall, el
chico notó que tenía los ojos enrojecidos.
-
Estuviste llorando -- le
dijo
Pero
no pudo decir más porque vieron que Dylan se acercaba. Los saludó como de
costumbre pero también notó que Sophie había estado llorando.
-
Por supuesto que no --
dijo ella cuando él se lo dijo
-- Lo que sucede es que estuve
recogiendo flores más temprano, me llevé la mano a los ojos y…
-
Se te dan mal las mentiras señorita
Saint-Claire -- le dijo Dylan
-
Lo siento
-- dijo la niña -- De
veras estoy contenta por ti, es solo que… bueno… voy a echarte de menos.
Él no
dijo nada y después de eso se dedicaron a una última clase de duelo en la que
se dejó desarmar por ella, algo a todas luces imposible pero que Sophie fingió
convenientemente haber creído.
Cuando
llegó el momento de volver a casa, el asunto se puso más difícil. Dylan se
acercó a Kendall y le entregó algo envuelto en un trozo de tela.
-
Espero que todas nuestras prácticas y lo
que te ha enseñado tu tutor sirva de algo
-- le dijo -- y
que puedas darle un buen uso a esto.
Kendall
desenvolvió lo que venía en el paño y vio una pesada daga de plata, con mango
finamente labrado y con incrustaciones de rubíes.
-
¡Wow!
-- exclamó --
Gracias Dylan
-
Solo asegúrate de cuidarla, lleva en mi
familia varios cientos de años y odiaría que le atravesaras el corazón a algún
desdichado que no fuese digno de morir
por semejante reliquia -- le dijo con una sonrisa
-
No está en mis planes matar a nadie pero
si algún día es necesario, me aseguraré de que sea de sangre tan noble como
esto --
dijo levantando la afilada hoja
-
Y esto
-- dijo metiendo la mano en su
bolsillo -- es para ti
-- completó mirando a Sophie
-
No pienso matar a nadie --
dijo ella y él sonrió
-
Por supuesto que no -- y
abrió un estuche de terciopelo donde reposaba una joya
-
¡Dylan!
-- exclamó la niña
Era
una especie de medalla de oro en forma oval, en cuyo centro había tres zafiros,
y por todo el borde estaba rodeado de diminutos diamantes que parecían pequeñas
motas de polvo, y pendía de una fina cadena del mismo metal que la medalla.
-
Date vuelta -- le
ordenó él
-
Dylan no puedo…
-
Sí, sí puedes, date vuelta --
repitió
-
Dylan, es una joya muy…
-
Es solo una vieja reliquia familiar, deja
de protestar -- y sujetándola le dio vuelta él mismo
colocándole el collar.
-
No puedo andar por ahí con esto en el
cuello -- dijo ella
-
¡Oh, sí!
Sí lo harás y me disgustaré mucho si cuando yo regrese, eso --
dijo señalando el collar -- no está exactamente donde lo estoy dejando
¿está claro?
Pero
repentinamente Sophie comenzó a llorar con desconsuelo. De los dos, quien se
encargaba de los llantos de Sophie era Kendall, él siempre parecía saber qué
decir, mientras Dylan se limitaba a enfurecerse con el causante de ellos, que
generalmente era Rachell. Pero en esta ocasión se sabía responsable de sus
lágrimas, de modo que contrario a sus costumbres abrazó a la niña.
-
Vamos señorita Saint-Claire, usted es
mucho más valiente que esto -- dijo intentando molestarla
Pero
en aquella ocasión no dio resultado. Sophie tardó un rato en calmarse pero
finalmente lo consiguió y pudieron despedirse.
-
Sophie
-- la detuvo Dylan cuando ya ella
se había puesto en marcha -- Yo también te echaré de menos
Aquella
noche Sophie estuvo haciendo un inventario de su vida y el saldo a desfavor la
entristeció mucho. Había perdido a su madre, su hermana mayor que era la que
más se preocupaba por ella en cierta forma también la había perdido, porque
desde su boda no la había vuelto a ver. Rachell, a pesar de que solo la
molestaba, también era su hermana y la quería, pero estaba a punto de casarse y
pronto se iría. Su padre en los últimos tres años casi no estaba en casa y lo
echaba de menos. Y ahora Dylan. Siempre había sido áspero y hasta antipático
con ella pero era su amigo y podían suceder muchas cosas, pero Kendall y Dylan
desde que se conocieron, siempre habían estado allí para ella. De modo que se
preguntó si la vida consistía en amar y perder a los que amábamos.
Llegó
el invierno y con él la terrible desgracia se cernió de nuevo sobre la casa de
los Saint-Claire, porque Cecile finalmente falleció víctima de su muy precaria
salud. Phillipe estaba inconsolable, porque a pesar de que Cecile tampoco
llevaba su sangre, él la había amado igual que a todas las demás. Mientras que
Sophie haciendo acopio de valor, sepultó su propio dolor para hacer más
llevadero el de Phillipe.
Pero
la vida debía continuar y aunque lo último que quería Phillipe era tener que
verse involucrado en ninguna clase de celebración, aún le quedaba la
presentación de Desiree. De modo que con dolor o sin él, debía cumplir con lo
que se esperaba de él. Por fortuna, seguía contando con el inapreciable apoyo
de Lady Dearborn, de lo contrario aquello lo habría superado.
Definitivamente
el infortunio parecía estar tatuado en la piel de Phillipe Saint-Claire, y
todas sus desgracias tenían nombre de
mujer. Rachell había contraído matrimonio con un noble de origen francés,
Etienne Deveraux, Duque de Lamont. Sin duda había sido un enlace más que
conveniente, sin embargo, los problemas comenzaron muy pronto. La conducta de
su hija lo hizo revivir los más terribles recuerdos de lo vivido con su madre y
tanto las lenguas como los diarios londinenses, la estaban destrozando.
Desiree
también se había casado con un extranjero,
el Archiduque Maximilien Strasberg, un austríaco emparentado con la casa
imperial. Pero en este caso el que daba los problemas era él. En sus cartas
Desiree no decía mucho, pero los diarios reseñaban la conducta decididamente
escandalosa del Archiduque que parecía no tener ningún respeto por las buenas
costumbres ni por ninguna cama.
Y el
brevísimo rayo de sol que les había alegrado las vidas a Phillipe y a Sophie,
que era el haber recibido la anhelada noticia de que al fin Anne-Marie estaba
esperando un hijo, fue cruelmente apagado cuando recibieron la carta de Glen
donde les comunicaba que Anne-Marie había fallecido durante el parto y él bebe
solo la había sobrevivido un par de días.
Aquello
fue lo último que Phillipe pudo soportar, después de aquella devastadora
noticia el pobre sujeto se vino abajo cayendo en una depresión que hizo que
Sophie comenzara a temer por la vida de su padre. Lady Dearborn estaba muy
angustiada sobre todo por el futuro de Sophie, porque aunque le preocupaba mucho
Phillipe a quien apreciaba de veras, le angustiaba pensar que él muriese y
dejase a Sophie prácticamente sola. Porque contar con Rachell habría sido pedir
demasiado, y Desiree parecía tener muchos problemas propios como para hacerse
cargo de su hermana, aparte de que siempre había demostrado que la única
persona importante para ella, era ella misma.
Entre
tanto, Kendall finalmente había tenido que ir a Londres a cumplir con sus
deberes como futuro Duque y aunque había lamentado tener que dejar a Sophie en
aquella terrible situación, no le había quedado más alternativa.
Eventualmente
Kendall recibía carta de Dylan, donde le hacía a veces extensos relatos del
lugar donde se encontraba o las personas a las que conocía, y otras se
contentaba con apenas decir que estaba bien y que esperaba que él también lo
estuviese. Lo que también notó Kendall, fue que con su partida a Londres Dylan
había dejado de escribir con tanta frecuencia como antes, lo que nunca supo fue
la razón para ello y esta era simple, cada vez que Dylan escribía a Kendall,
incluía un sobre destinado a Sophie, y Kendall a su vez, en cada ocasión que le
escribía a su amigo, incluía las cartas de Sophie. El porqué de esto, solo
tenía su explicación en el contexto de la época, habría sido del todo
inapropiado que una señorita que ni siquiera había sido presentada en sociedad
aún, mantuviese correspondencia con un caballero que no era parte de su
familia. De modo que con la partida de Kendall a Londres, cesó la comunicación
entre ellos.
Kendall
se acostumbró muy pronto a su nuevo estilo de vida, sus apellidos, su posición
y su atractivo aspecto, lo hicieron rápidamente popular dentro de la sociedad
londinense, especialmente entre las damas.
A
pesar de que William y Joseph no eran grandes amigos, porque en realidad Joseph
no tenía amigos, se llevaban bastante bien y en muchas ocasiones en las
reuniones a las que asistían mantenían largas y amenas charlas, como la de una
noche en particular.
-
¿Has tenido noticias de Dylan?
-
Hace un par de días me dijo que regresaba
a Francia -- dijo Joseph
-
¿Alguna francesa lo habrá hechizado? --
preguntó otro caballero que se había acercado -- No
hemos escuchado que esté comprometido aún
-
Será porque no lo está --
contestó Joseph secamente
-
Ya tiene diecinueve años ¿no? --
dijo Lord Scott, otro de los presentes
-- ¿No es un poco extraño que aún
no esté comprometido?
-
¿No hay suficientes princesas disponibles
Danworth? -- preguntó de forma burlona Lord Dunlop que era
el que había hablado primero
Si
había algo que Joseph Danworth toleraba poco y mal, era que se inmiscuyeran de
aquel modo en sus asuntos, sin embargo, era demasiado hábil como para
demostrarlo, de modo que antes de contestar, miró al individuo y le sonrió,
pero el gesto no llegó a sus ojos.
-
Princesas hay y en cantidad exagerada,
pero ninguna lo bastante apta para llevar mis apellidos. Como es natural,
debemos tener extremo cuidado con quien emparentamos, hay demasiados linajes
contaminados en nuestra sociedad.
Aquello
fue dicho con toda la intención del mundo, ya que el mencionado Lord Dunlop,
había sido protagonista de un escándalo años atrás, por sus dudosos orígenes.
Con lo que le quedaron claras dos cosas a aquel individuo. La primera que había
molestado seriamente a Joseph Danworth, lo que era en extremo peligroso para
cualquiera. Y segundo, que su situación era del perfecto conocimiento de aquel
sujeto y que no era de los que olvidaba.
A
pesar de que en aquel duelo verbal, Joseph Danworth había salido indiscutible
vencedor y se había cobrado en forma exagerada el mal intencionado comentario
de Lord Dunlop, seguía molesto y si en condiciones normales era un hombre
peligroso, molesto lo era mucho más. Y aunque suene extraño, afortunadamente
quien fue víctima de su ira, fue Lord Arlingthon.
-
¿Cuándo contraerá matrimonio
Kendall? -- preguntó una vez que los otros dos molestos
caballeros se retiraron
-
Al finalizar la temporada -- le
contestó William
-
Esperemos entonces que el matrimonio le
confiera algo de tranquilidad y buen juicio, porque hasta la fecha se comporta
como un chico que ha sido soltado en medio de una tienda de dulces, pero es
necesario que aprenda que tanto el exceso como “ciertos” caramelos, pueden
costarnos la vida.
En
aquel momento Kendall sostenía una animada charla con un grupo de damas, entre
las que se encontraba Helen Danworth, quien en el preciso instante en el que
Joseph había dicho lo que dijo y William había girado la cabeza, tenía su mano
sobre el brazo de Kendall, de modo que podríamos decir, que aunque el destino a
veces mueve las fichas de manera que nos molesta o que nos parece inconveniente,
la molestia de Joseph tal vez ayudó a salvar la cabeza de Kendall, ya que
aquella conversación llevó a Lord Arlingthon
a mantener una seria charla con su hijo donde le recomendaba tener
prudencia, porque a pesar de sus muchos privilegios, resultaría del todo
inconveniente relacionarse con las damas equivocadas.
La
vida de Sophie se había tornado tremendamente triste, porque desde la muerte de
Cecile, la de Anne-Marie y la partida de Dylan, su padre que no había logrado
superar la depresión y que habría sido su único apoyo, ahora necesitaba ser
cuidado en lugar de cuidar.
Cuando
también Kendall se marchó ella se sintió desolada, porque a la enorme soledad
se sumaba el tener que hacer todo cuanto podía para que su padre por lo menos
se alimentase correctamente. Ya se había dado por vencida en cuanto al asunto
de la bebida, y ya dos veces había estado a punto de caer por las escaleras.
Phillipe tenía días mejores y peores, y en los mejores parecía recordar que aún
tenía una hija que necesitaba de él y se hacía el propósito de hacerlo, pero
invariablemente volvía a caer. Sentía que el abrumador peso del dolor
terminaría por ahogarlo.
Sophie
leía con frecuencia el nombre de Kendall en los diarios, medio por el cual
también se enteró de su boda y deseó con todo el corazón que su amigo fuese
feliz. De quien no había vuelto a tener noticias era de Dylan y aquello le
extrañaba mucho, porque aunque registraba los diarios hasta la última línea,
Dylan nunca era mencionado en ellos y era como si se lo hubiese tragado la
tierra.
Otra
que no dejaba de aparecer en las crónicas sociales era Rachell, y era el único
momento en el que Sophie agradecía que su padre no mostrase interés en nada,
porque los comentarios eran cada vez más escandalosos. Su hermana ya tenía dos
hijos, y de forma muy velada la gente parecía preguntarse la precedencia de los
mismos. A la fecha Sophie no conocía a sus sobrinos, porque desde el día de su
boda no había vuelto a ver Rachell.
Cuando
Sophie estaba a punto de cumplir quince años y después de una particular y
agitada noche para Phillipe, ella estaba sentada en el Salón cuando le
anunciaron que tenía una visita. En un primer momento no supo qué hacer, no se
suponía que ella pudiese recibir a nadie y ciertamente su padre no estaba en
condiciones de hacerlo, pero mientras ella decidía qué decirle al mayordomo,
sus pensamientos quedaron congelados.
-
Buenas tardes, no tienes que preocuparte,
somos familia y no hay necesidad de que alguien mayor me reciba --
dijo Louis
Sophie
recordaba solo dos cosas de aquel individuo. Una, que su padre no le tenía
aprecio, y dos, que la había mirado en forma muy poco cortés en su única visita
a aquella casa. Sin embargo, hizo una reverencia como correspondía pero luego
no sabía qué más hacer.
-
Veo que estás próxima a ser presentada en
sociedad -- dijo él, y como no era una pregunta ella
guardó silencio -- ¿Ya estás recibiendo instrucción para
ello? --
y ella asintió -- ¿Ya has estado en Londres? -- y
Sophie negó con la cabeza
Louis
comenzó a impacientarse ante aquel obstinado mutismo, había tenido oportunidad
de ver a Rachell en Londres en diferentes oportunidades y aunque evitaba
acercársele fiel a la convicción de que aquella criatura no llevaba su sangre,
sabía que era una hábil conversadora. Pero mientras aquella hablaba en demasía,
esta parecía ser muda, aunque pensándolo bien, se dijo a sí mismo, aquello
podía ser una ventaja, ya que lo que planeaba para ella no requería del
concurso de su lengua y por el contrario sería una virtud.
-
Tengo entendido que Phillipe no se
encuentra bien de salud -- ante lo que no hubo ninguna clase de
respuesta ni verbal ni muda -- Como debes saber yo soy tu tío, de manera que
si tu padre se encuentra inhabilitado para ejercer sus funciones, me
corresponde a mí hacerlo ¿Entiendes eso?
Sophie
sentía que su corazón latía desbocado, porque ciertamente lo entendía muy bien,
pero no quería tener nada que ver con aquel sujeto, porque tío o no, su
instinto le estaba gritando que no era una buena persona.
-
¡Por Dios niña! --
exclamó finalmente perdiendo la paciencia -- ¿Es
que has perdido la lengua?
Y como
aun así ella seguía en silencio, salvó la distancia que los separaba y le sujetó
un brazo pero al minuto siguiente soltó una exclamación de dolor.
-
¡Quítale las manos de encima a mi hija!
Sophie
sintió tanto alivio al escuchar y ver a su padre, que sus piernas casi se
negaron a sostenerla.
-
Sophie, vete a tu habitación
Ella
no esperó que le repitieran la orden y salió corriendo hacia las escaleras,
después de lo cual Phillipe consideró oportuno retirar la filosa navaja del
hombro de su hermano. Louis se volvió con una mano sobre la herida y un odio
frío en los ojos.
-
¡Fuera de mi casa! --
dijo Phillipe
-
He venido a ayudarte e insistes en
portarte como un patán
-
No he pedido tu ayuda y ciertamente no la
necesito.
-
Has hecho de tu vida un desastre
Phillipe. Te casaste con una mujerzuela, esas que llamas tan desvergonzadamente
“hijas”, también lo son y ahora te has convertido en un borracho irresponsable.
Esto clama ante los ojos de Dios y tengo intenciones de reparar al menos en una
mínima parte todo el daño convirtiendo a la única que puedes llamar hija, en
una servidora de Dios y de ese modo redimir tus culpas y salvar tu alma y la
suya antes de que sea demasiado tarde.
Si
Phillipe no hubiese estado tan furioso tal vez podría haber reído ante tan
ridículo e inapropiado discurso, pero todo lo que quería en aquel momento era
deshacerse de aquel sujeto.
-
Lo que yo haga o deje de hacer no es de
tu incumbencia y el estado de mi alma es asunto solo mío. Evito en lo posible
tener que matar a nadie pero sabes que soy perfectamente capaz de hacerlo. Ya
te lo advertí una vez, esta es la segunda, procura que no haya un tercera Louis
o te juro que voy a mandarte al infierno.
-
Vas a pagar por esto Phillipe --
dijo señalándose la herida que le había hecho -- no
puedes agredir a un dignatario eclesiástico y pretender…
-
¡Haz lo que se te dé la gana! -- lo interrumpió -- ¡Intenta
incoar un pleito en mi contra y te
arrastraré por todos los tribunales existentes hasta que tengas que pedir
clemencia, bastardo!
Dicho
esto, él mismo lo agarró por un brazo arrastrándolo hacia la salida y dándole
un empujón lo echó fuera.
-
Si vuelves a poner un pie en mí casa no
vivirás para contarlo -- se volvió a los lacayos que estaban en la
entrada -- Asegúrense de que esta rata asquerosa
abandone mis tierras, y si vuelve a poner un pie en mi propiedad, dispárenle.
De
todo lo malo algo bueno suele salir y aquella desagradable visita hizo que
Phillipe recuperara el buen juicio y no volviese a ingerir una gota más de
alcohol, el amor por su hija y la necesidad de protegerla, habían ganado
aquella batalla.
Odio al tío Louis!!!!!!
ResponderEliminarA leer el siguiente capítulo, para saber que pasa.
Besos
Hola Erika...
Eliminarjajajaja, lo imagino xq creo q lo hice fácil de odiar...
gracias Erika... nos leemos en el siguiente... kisses...