El
viaje de Kendall y Dylan se había iniciado en España, visita que Kendall no
disfrutó de manera especial, porque si bien había disfrutado de la parte
turística como tal, las relaciones con los españoles no le resultaron muy
gratas, entre otras cosas la barrera del idioma le afectó mucho, ya que el
español no era uno de los que se le hubiese dado con mucha facilidad.
De
allí pasaron a Portugal donde estuvieron un muy breve lapso de tiempo.
Visitaron a algunos compatriotas conocidos, asistieron a un par de reuniones y
no mucho más.
Dejaron
Portugal con rumbo a Italia y la estadía en ese país la disfrutó mucho más. La
corte italiana se le antojó muy divertida, alegre, y mucho menos estirada que
la inglesa. También el arte italiano captó su atención, estaban en plena época
del Renacimiento Italiano, de modo que pasó muchas horas admirándolo. En
conjunto y a pesar de que Italia formaba parte del Imperio Español, le resultó
un lugar no solo interesante sino cálido y muy entretenido.
Para
cuando llegaron a Italia, Kendall también parecía haber recuperado su afición a
las mujeres hermosas, de modo que tuvo varias relaciones con distinguidas y no
tan distinguidas damas de la sociedad italiana, y su proverbial habilidad para
desenvolverse en la corte le procuró el inmediato favor de los miembros de la
misma.
En
cuanto llegaron a Italia, Dylan reanudó una vieja, tormentosa y controversial
relación con Emiliana Franceschi, Condesa de Montebello. Dylan no se había
caracterizado por relaciones duraderas en el tiempo, tanto porque no le interesaba,
como porque no se quedaba mucho tiempo en ninguna parte. Sin embargo, en su
primera visita a Italia había conocido a Luciano Franceschi, quien a pesar de
la oposición de Joseph que lo acompañaba en aquel viaje y había manifestado su
opinión en el sentido de que aquel joven tenía algo que no le agradaba, se
volvió el compañero de fiestas y aventura de Dylan, y al poco tiempo éste lo
había invitado a una reunión que ofrecía su cuñado, el Conde de Montebello.
El
señor Conde le había parecido un individuo
apático, poco conversador y con un sentido del humor lamentable, mientras que a
su joven esposa la había encontrado muy de su agrado. Entablaron una animada
charla y solo le tomó veinticuatro horas a la Condesa meter en su cama al
jovencito inglés, por lo que ella se había felicitado muy inmerecidamente, ya
que no tenía idea que Dylan había jugado sus mejores cartas
para llegar hasta allí. Hay que decir en favor de Dylan, que había aprendido
bien las lecciones que había recibido en Francia y a esas alturas, ninguna mujer
sobre la que pusiera sus ojos tenía muchas posibilidades de escapar aun sin
conocer su nombre.
Luciano
al ver el interés de Dylan en su hermana, se había creído en la obligación de
advertirlo.
-
Hay mujeres con las que hay que tener
cuidado Dylan -- le había dicho -- y
Emiliana es una de esas. Es capaz de sacarte el corazón, pisotearlo y luego
echarte de su vida sin ningún remordimiento.
El
asunto es que había resultado exactamente lo contrario, porque fue Dylan quien
la dejó y la recogió tantas veces como se le dio la gana. Dejaba el país sin
avisar y nunca le escribía ni una línea
mientras estaba de viaje, pero cada vez que regresaba ella seguía dispuesta a
recibirlo.
En
esta ocasión, Emiliana había tenido la muy poco afortunada idea de darle celos
con Kendall, de modo que conociendo a su amigo y lo vulnerable que podía
resultar en aquel momento, Dylan puso fin a la situación de manera abrupta y
muy poco delicada. Esto había sucedido durante una velada musical en la que
Emiliana había tenido el poco juicio de cuestionar la fidelidad de los hombres
en contraposición con la supuesta devoción y fidelidad femenina.
-
Mi estimada Condesa --
había dicho Dylan -- negar el hecho cierto de que hemos sido dotados
de muy escasa fidelidad equivaldría a negar que el sol nace y se pone a diario.
Pero no es menos cierto que hay damas cuya honorabilidad es tan ligera, que en
su afán por disfrutar aquello que les está moralmente prohibido, pierden
aquello que en realidad desean
Kendall
había abierto desmesuradamente los ojos al escuchar a Dylan, porque en
principio aquella era una conversación que distaba mucho de ser considerada
apropiada para ser mantenida en presencia de una dama, y el comentario en sí mismo
era casi insultante. Pero se vio obligado a aceptar que las cosas allí eran algo diferentes, porque lo dicho por
Dylan tuvo una acogida más que aceptable y fue celebrado por la mayoría de los
presentes.
Mucho
más tarde aquel día, cuando Dylan entró a la habitación de Emiliana y ella
corrió a sus brazos, fue rechazada con la mayor frialdad.
-
¿Qué sucede? --
preguntó ella
-
Solo vine a advertirte una cosa, puedes
meter en tu cama a todos los hombres del reino si se te antoja, no es mi asunto
y ciertamente no me importa. Pero si mueves un solo dedo para acercarte a Lord
Arlingthon, no tendrás tiempo suficiente para arrepentirte.
Dicho
esto abandonó la habitación dejando a Emiliana en un estado de suprema
frustración y para empeorar las cosas, durante el resto del tiempo que pasaron
en Italia, Dylan no volvió a frecuentar sus aposentos, se dedicó a otras
aventuras e ignoró todas sus notas, despertando de este modo los celos, la ira
y el deseo de venganza de esta mujer y no estaba al cabo de saber lo muy
peligroso que eso podía llegar a ser.
La
llegada de Phillipe a Francia había representado una enorme alegría para su
familia en general, Sophie no podía ser más feliz y él mismo había recuperado
de manera notable su talante jovial.
Cuando
llegó, tuvo el buen juicio de no hacer ninguna aparición pública hasta que se
efectuó el Baile de Máscaras, donde presentó sus respetos y su agradecimiento
al Rey. Esa fue la primera oportunidad que tuvo Sophie de ver a su padre en acción y no podía estar más sorprendida.
La
prensa de entonces no era tal y cómo la conocemos ahora, por supuesto. Eran una
suerte de Hojas de Noticias de
distinto tamaño y formato que se publicaban de forma ocasional, de ahí que
recibieran el nombre de Ocasionales, y reseñaban algún acontecimiento
de importancia. Otra forma de prensa fueron las Relaciones, éstas se
publicaban de forma semestral que coincidían con las dos ferias de libreros que
se efectuaban en Frankfort, y reseñaban
los hechos más importantes ocurridos en Europa en el período que había entre
las dos ferias. Pero en el siglo XVI aunque siguen publicándose los Ocasionales y Relaciones, aparece un
nuevo tipo de publicación, los Canards. El contenido de estas
publicaciones era más popular, trataban asuntos relacionados con monstruos,
milagros y temas sensacionalistas.
De
manera que los Canards de aquella
época, se dieron banquete con la llegada de Phillipe a suelo francés. Si habían
escrito mucho el día de la presentación de Sophie, ahora prácticamente todos
estaban dedicados al regreso de su padre y a partir de ese día para regocijo de
Maurice, cada publicación se la disputaban padre e hija, y Madeleine adquirió
la costumbre de medir cuál de los dos ocupaba más espacio en ellas.
Al día
siguiente de la primera aparición pública de Phillipe y antes incluso de que él
regresase de su paseo matutino, ya la bandeja de su escritorio estaba a rebosar
de invitaciones. De modo que todo el resto de aquella temporada los
Saint-Claire estuvieron sumamente ocupados.
Sophie
pronto advirtió el enorme interés que despertaba Phillipe en la población
femenina, y aunque no le hacía mucha gracia el asunto, se cuidó muy bien de
expresar su opinión al respecto, porque entre otras cosas pensaba que su padre
tenía derecho a un poco de diversión después tanto sufrimiento.
Phillipe
había sido adecuadamente informado de la desagradable visita de su hermano
Louis y no es de extrañar que montase en cólera. Maurice tuvo que emplear todo
su ingenio y poder de convicción para evitar que fuese a buscarlo y según sus
propias palabras: sacarle el corazón con
una cucharilla, al muy bastardo.
Sin embargo, habría sido mucho esperar que no se lo encontrara en alguna de las
innumerables reuniones a las que asistió.
Casi
al final de la temporada, todos asistieron a una reunión en casa de la Duquesa
de Beauchamps, y en cuanto fue anunciada la llegada del Cardenal Saint-Claire,
Maurice se tensó y sintió la temblorosa mano de Marie en su brazo. Jacques se
había quedado a mitad de una frase y se había excusado con sus interlocutores
caminando apresuradamente hacia donde se encontraban sus suegros. Contra todas
las normas sociales, Sophie se había disculpado con su pareja de baile, había buscado con la mirada a su padre y corrido
hacia él. Mientras que Phillipe había seguido hablando con las damas a las que
entretenía en ese momento sin prestar ni la más mínima atención al anuncio que
acababa de hacerse.
Tan
delicadamente como les fue posible, todos los miembros de la familia se habían
reunido alrededor de Phillipe.
-
Tiene usted una hija muy hermosa
Phillipe -- dijo una de las damas en cuanto Sophie se
acercó
-
Aunque me esté muy mal el decirlo, debo
reconocer que soy un padre excepcionalmente orgulloso --
dijo él tomando la mano de su hija
Un
rato después, el grupo se había dispersado y Phillipe perdió su alegre sonrisa
cuando fijó sus ojos sobre Louis que se acercaba.
-
Phillipe por favor --
susurró Maurice con urgencia
-- no te conviene hacer un
escándalo.
-
Eso lo sé yo mejor que tú --
dijo Phillipe sin dejar de ver a Louis que cada vez estaba más cerca
Maurice
y Jacques, así como Marie y en cierta forma Sophie, tenían expresión de
preocupación, pero Madeleine tenía casi una sonrisa en los labios.
-
Buenas noches -- saludó
Louis
-
Lo fueron hasta hace un momento --
dijo Phillipe -- sin embargo, no permitiré que algo tan
intrascendente como tu muy insignificante presencia nos la arruine
-
Estamos en Francia Phillipe --
dijo Louis -- en este país, nuestro país -- acentuó
-- notarás que mi presencia no es
precisamente insignificante -- y Phillipe rió de forma desagradable
-
Sí, he tenido oportunidad de ver algunas
caricaturas muy interesantes y que sin duda te hacen la mayor de las justicias.
-
No es digno de un caballero prestar
atención a esa clase de vulgares panfletos
-- dijo Louis con la furia
brillando en sus ojos
-
A decir verdad, encuentro mucho más
indigno observar un comportamiento que dé lugar a hacerte el protagonista de
los mismos
Marie
tenía los ojos cerrados y estaba en muda súplica para que no se desatara un
escándalo. Maurice y Jacques miraban alternativamente a ambos hombres, pero
Maurice vigilaba con mayor atención a su hermano menor, porque conocía de
primera mano la volatilidad del mismo. La sonrisa de Madeleine se había
acentuado y tenía deseos de ponerse a aplaudir a su tío Phillipe, mientras que
Sophie se había tranquilizado al notar que si bien era obvio que Louis estaba
colérico, Phillipe conservaba una fría calma que lo hacía dueño de la situación.
Sin
embargo, Louis aparte de un desgraciado de oficio, también era un avezado
cortesano, de modo que esbozó una fría sonrisa.
-
Tú también has ocupado mucho espacio en
los Canards de la temporada -- le dijo
-- Solo espero que si estás
pensado en buscar esposa, algo que entendería ya que todavía eres joven y aun
puedes tener un heredero adecuado, tengas más juicio y no escojas a una que
resulte tan casquivana como la anterior.
Ahora
fue Sophie la que se tensó, sus mejillas se colorearon y sus ojos brillaron en
forma peligrosa. Mientras que Maurice y Jacques que habían estado vigilando
atentamente a Phillipe para evitar que hiciera un disparate, en ese momento
eran ellos los que tenían deseos de romperle la cara al infeliz. Pero quedó
demostrado que sin duda alguna Phillipe tenía mucho más talento que ellos para
estas cosas.
-
Mi gusto en mujeres es solo mío, pero en
cualquier caso y aunque me mostrase inclinado a escuchar consejos que no
necesito en ese aspecto, difícilmente podría tener en cuenta los de un hombre
que dadas sus vestiduras, debería
carecer del adecuado conocimiento en materia de mujeres.
-
Mis vestiduras no me impiden estar al
tanto de las virtudes que debe observar una buena esposa --
dijo con una sonrisa maligna
-- y de hecho podría sugerir
algunos nombres dignos de tener en cuenta a la hora de elegir esposa.
-
¿De veras? Muero por saber quiénes son
esas damas, porque si son esas cuya moral es tan amplia que les permite
compartir su cama con individuos como tú, creo que prefiero seguir soltero, ya
que encuentro a esas criaturas mucho menos dignas que aquellas venden su amor
al mejor postor
Louis compuso
la peor de las caras y fue obvio para todos que tenía verdaderos deseos de
estrangular a su hermano. No obstante, hizo el mayor de los esfuerzos, porque
tenía un objetivo y por motivos estrictamente personales tenía mucho interés en
alcanzarlo.
-
Tengo entendido que has rechazado en dos
oportunidades la invitación del Duque de Armagnac --
dijo cambiando de tema hacia lo que le interesaba --
¿Puedo saber si hay alguna razón para ello?
-
No es asunto tuyo a quién decido dedicar
mi tiempo y a quién no.
-
Es un importante y muy influyente miembro
de la corte, de manera que…
-
Sé perfectamente quién es y eso no
modifica en nada mis deseos de aceptar sus invitaciones.
-
Cometes un error, como siempre --
dijo Louis -- él está muy interesado en conversar contigo,
ya que le complacería mucho que el futuro Duque desposara a tu hija, lo
cual… --
pero calló repentinamente al ver los ojos de su hermano, sin embargo, la
voz de Phillipe aunque helada, seguía conservando el mismo tono sereno
-
Te diré esto una sola vez, cretino. Mi Hija,
no será obligada a un matrimonio que no desee y en ningún caso tú interferirás
en ningún sentido, y es mejor para tu salud que lo recuerdes, señor Cardenal, porque en primer lugar,
si intentas cualquier maniobra para involucrarme en un compromiso, te haré la
vida miserable por el resto de tus días suponiendo que vivas para sufrirlo. Y
en segundo, si tienes la esperanza de que alguien me mate, no tendrás más
oportunidad de la que tienes ahora para hacerte con el control sobre la vida de
mi hija ni sobre mis bienes, ya que sabiendo la clase de desgraciado que eres,
me aseguré de inhabilitarte de por vida. De modo que aunque tuvieses la
satisfacción de verme muerto, ni siquiera podrás acercarte a ella sin
arriesgarte a terminar con tus huesos en La Bastilla o en la Torre de Londres,
puedes escoger.
La
expresión de Louis en un principio fue de incredulidad, pero conocía lo
suficiente a Phillipe y sabía que era un loco peligroso, de modo que no le
quedó duda de que en verdad había hecho lo que decía. De manera que de la
incredulidad inicial, paso al odio manifiesto.
-
Te pudrirás en el infierno Phillipe Saint-Claire -- siseó con ira
-
Descuida, si llego antes que tú te estaré
esperando, porque sin lugar a dudas tú tienes tu espacio reservado allí desde
mucho antes que yo -- dijo con indiferencia mientras se llevaba la
copa a los labios
Louis
los miró a todos que a su vez lo miraban con distintos niveles de satisfacción,
pero no dijo nada más y les dio la espalda, pero Phillipe era sumamente
vengativo.
-
Por cierto Louis --
dijo y él volvió la cabeza
-- Dale mis saludos a la señora
DeBussy el martes próximo. Aunque te sugeriría ser más discreto con tus piadosas visitas a esa dama, podrían
hacer que sus respectivas reputaciones se viesen seriamente puestas en
entredicho si las personas equivocadas notan su frecuencia y exactitud -- dijo
con una sonrisa decididamente criminal
Louis
abrió los ojos en forma desmesurada pero enseguida se giró y siguió su camino,
aunque mientras caminaba, se preguntó cómo era posible que Phillipe llevase
solo algo más de dos meses en París y ya estuviese al tanto de aquello. Lo que
lo hizo preguntarse qué más sabía su molesto hermano menor que no debiese saber
y recordando nuevamente la peligrosidad del más pequeño de los Saint-Claire,
decidió que debía tomar medidas para protegerse a sí mismo de aquel molesto y
entrometido cretino.
Maurice
por su parte se hacía una pregunta similar, sólo que la respuesta él la tuvo en
forma automática. Phillipe podía haber estado exiliado y lejos de su patria, pero
eso no significaba que hubiese roto sus muchas y muy poderosas relaciones.
Poco
antes de finalizar la temporada social, Sophie y Madeleine llegaban una tarde
de tomar el té en casa de unos amigos ingleses a la que habían tenido que ir
ellas aunque la invitación la había recibido Phillipe, porque éste les había
dicho que estaría ocupado. Madeleine
había estado molestando a Sophie todo el camino de vuelta, diciendo que la ocupación de Phillipe probablemente
compartía la misma costurera con ellas, porque a Madeleine le hacía mucha
gracia la cara que ponía Sophie cuando alguien mencionaba el atractivo de
Phillipe, y ciertamente las damas francesas parecían no tener ningún recato
para decir aquello delante de Sophie.
-
No creo que mi padre dejase de lado un
compromiso adquirido con anterioridad si no fuese por algo verdaderamente
importante.
-
Pues la verdad… --
pero se interrumpió cuando escucharon voces airadas
Las
chicas se miraron con preocupación cuando identificaron las voces de sus
padres, de modo que con sigilo se acercaron al estudio.
-
¡No quiero volver a hablar de esto
Maurice! -- decía Phillipe en aquel momento
-
Phillipe
-- dijo el otro en tono conciliador -- Has
regresado a Francia y asumo que no tienes muchos deseos de correr a Inglaterra de
nuevo, de modo que lo lógico es que ocupes tu casa de nuevo y ésta es tu casa.
-
Y una muy grande en mi opinión --
dijo Phillipe -- ¿O es que te parece que estaremos muy
apretados?
-
Phillipe sé razonable
-
¡He dicho que no! --
exclamó él -- No se me da la gana que te vayas solo porque yo estoy de vuelta,
cualquiera diría que mi presencia te molesta
Sophie
miró con consternación a Madeleine y se sorprendió mucho al ver a su prima
sonreír, iba a preguntarle qué le encontraba de gracioso a la situación, cuando
ella se llevó un dedo a los labios indicándole silencio.
-
¿Cómo puedes decir eso? --
preguntó Maurice alarmado
-
Y yo que pensé que te daría gusto mi
regreso, pero al parecer te acostumbraste a vivir sin mí y supongo que no puedo
imponerte mi presencia -- dijo Phillipe con voz dolida
Hubo
unos momentos de silencio en los que Maurice estaba sintiéndose miserable por
hacer que su hermano se sintiese a su vez de aquel modo.
-
Phillipe, no tienes idea de lo feliz que
me hace tu regreso y lo mucho que te eché de menos durante todos estos años.
-
Claro
-- dijo el otro y fue
perfectamente audible el suspiro resignado de Maurice
-
De acuerdo, no iré a ningún lado
-
¿De veras?
-
Te doy mi palabra -- y
escucharon a Phillipe reír
-
Perfecto, porque ahora tenemos que
planear lo que haremos en el invierno.
-
¡Phillipe!
Madeleine
arrastró a Sophie lejos de allí y soltó la carcajada.
-
Madeleine no entiendo…
-
Eso es porque no conoces a tu padre como
debes y creo que papá olvidó cómo era el tío Phillipe
-
¿De qué hablas? --
preguntó Sophie confundida
-
Que tu padre querida prima, es un
desvergonzado manipulador que siempre se sale con la suya como un niño
malcriado -- dijo Madeleine entre risas --
Hizo que papá se sintiera miserable porque él no quería que se fuera y como
no podía conseguirlo por la fuerza, empleó otro método más efectivo
Sophie
aún no entendía muy bien el razonamiento de su prima y eso era porque ella
había conocido a su padre en otro contexto, de modo que no podía verlo como lo
que en realidad era. Phillipe Saint-Claire había sido el niño mimado no solo de
su familia, sino de la corte francesa, y con los acontecimientos venideros
quedaría demostrado que a pesar de los años de ausencia, lo seguía siendo.
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