Enrique
IV quien era el monarca francés para la época que nos ocupa, había sido una pieza en el juego político
antes de acceder al trono, ya que lo habían hecho contraer matrimonio con
Margarita de Valois, católica y hermana de su antecesor, con el único fin de
suavizar la tensión generada por la tercera guerra religiosa que libraban los
franceses, pero en contra de los deseos tanto del Papa como de Felipe II de
España, que siendo católico hasta los huesos, lo último que quería era ver a un
monarca protestante en el trono de Francia;
y en contra también del pueblo francés. Pero finalmente todo aquello no
había servido de nada, porque París se convulsionó y una semana después de la
controversial boda, se produjo la Matanza
de San Bartolomé.
Posteriormente
y a la muerte de Enrique III, antes de poder ser coronado, tuvo que abjurar del
protestantismo y según sus más allegados, él había dicho: París bien vale una misa. Queriendo decir con ello que podían
creerlo católico si eso los hacía felices, pero que él seguiría siendo un
protestante disfrazado de católico solo para llegar al poder.
Después
de muchos conflictos había logrado deshacerse de su no deseada esposa alegando
consanguinidad, ya que ambos compartían el mismo abuelo; matrimonio obligado,
porque realmente lo fue; e infertilidad entre otras cosas, y Margarita cuya
situación no había sido la ideal, aceptó los términos y su situación mejoró.
En 1598 se firma el Edicto de Nantes, poniendo
con ello fin a los conflictos religiosos que habían asolado al país desde
mediados del siglo XVI. En él se reconocía al catolicismo como religión del
Estado y se establecía una política de reconciliación que descartaba la
revancha y las persecuciones por asuntos religiosos, con lo que finalmente
había logrado consolidar la corona.
A
partir de entonces Francia comenzó un período de paz y avances económicos
extendiéndose más allá de sus fronteras. Pero lo más importante para los
habitantes del país aparte de la prosperidad, era el hecho de que hubiesen
finalizado los crueles enfrentamientos por cuestiones religiosas. Aún de manera
subrepticia los líderes de ambos bandos seguían disputándose el poder, pero en
público se los veía compartir de manera cordial y amistosa, aunque en privado
siguiesen odiándose a muerte.
Sophie
se encontraba en compañía de su tía y su prima en el salón de música, cuando
escucharon a Maurice proferir un desagradable grito.
Maurice
y Jacques acababan de volver de un paseo a caballo cuando un sirviente le
anunció a Maurice que un caballero deseaba verlo. Maurice y Jacques se miraron
pensando que los pretendientes de Sophie comenzaban a volverse no solo
insistentes sino decididamente impertinentes, ya que efectuar una visita fuera
cual fuere el objetivo, a la desusada hora de medio día, era por demás
desagradable. Jacques tuvo la intención de dejar a su suegro, pero éste lo
retuvo.
-
No me dejarás solo con algún necio
jovencito al que terminaré por querer arrancarle la cabeza Jacques -- y
el chico sonrió disponiéndose a acompañarlo.
Pero
apenas entraron al estudio y el hombre en cuestión se giró, la expresión de
Maurice cambió en forma radical.
-
¡Fuera de mi casa bastardo!
Jacques
se sorprendió y se alarmó a partes iguales, primero porque nunca había
escuchado a Maurice gritar y menos aún dirigirse a nadie en aquellos términos,
y segundo, porque el individuo en cuestión era por sus vestiduras un cardenal
de la Iglesia católica, y si bien estaba perfectamente al tanto de que su
suegro era protestante, normalmente solía tratar a los representantes del clero
con el mismo respeto que trataba a todos los demás. De modo que toda la
situación se le antojó alarmante, pero una vez que identificó al visitante, no
solo entendió perfectamente la actitud de Maurice, sino que sintió deseos de
echar a patadas a aquel individuo él mismo.
-
Buenas tardes Maurice --
saludó Louis indiferente a la actitud de su hermano
El
grito de Maurice había atraído a su esposa y las chicas, de modo que de
inmediato Maurice sintió la mano de su esposa sobre su brazo. Mientras que
Sophie había aferrado con fuerza el brazo de Jacques y había mirado a su prima
con angustia, pero Madeleine estaba mirando a Louis con algo que Sophie
identificó como desprecio. De modo que le quedó muy claro que Madeleine conocía
bien al personaje.
Había
pocas personas en Francia que no conocieran la historia de aquel sujeto, y
mientras los católicos hacían exaltadas apologías acerca de la fortaleza de su
fe, los protestantes se burlaban de aquel payaso y habían circulado
innumerables panfletos que caricaturizaban al señor cardenal persiguiendo las
dos cosas que parecían ser su verdadero objeto de culto, dinero y mujeres. Pero
Jacques a pesar de ser tan protestante como su suegro, no se burlaba del
Cardenal, porque en realidad lo que sentía era una repugnancia y un odio
visceral hacia aquel individuo desde que se había enterado con todo detalle del
verdadero, cruel y sanguinario papel que había jugado en la captura, detención
y ejecución de Sarah Saint-Claire.
De
modo que todos los presentes miraban de forma muy poco agradable a Louis, pero
él era decididamente inmune a ello y debía serlo para poder vivir en medio de
una sociedad donde la mitad de sus miembros lo detestaba.
-
He venido a tratar un asunto de suma
importancia contigo Maurice.
-
No tengo nada que hablar contigo,
importante o no, así que sal de aquí ahora mismo --
dijo Maurice enfurecido
-
Por el hecho de haberte encargado de la
presentación en sociedad de nuestra
sobrina -- dijo acentuando el posesivo e
ignorando lo que acababa de decir Maurice
-- asumo que estás al corriente
de que Phillipe está inhabilitado para ello. Se ha convertido en un… asiduo
consumidor de bebidas muy perjudiciales para su salud, por decirlo de un modo
delicado, de modo que el poco juicio que pudo haber tenido, lo ha perdido miserablemente.
Razón por la cual he venido a tratar
contigo un asunto que podría resultar muy ventajoso para las partes
involucradas -- pero como todos parecían mudos y en realidad
lo estaban ante la desfachatez de aquel desgraciado, él continuó -- Se
trata de un posible enlace matrimonial y debo añadir que el caballero en
cuestión no solo se ha mostrado muy interesado, sino que es un sujeto poderoso
e influyente.
Si
Maurice no hubiese estado tan furioso habría reído de aquel imbécil, porque
ciertamente ni aun suponiendo que él pudiese tomar esas decisiones,
consideraría ni por un segundo nada que Louis calificase de ventajoso, porque fuera lo que fuese,
estaba seguro que distaría mucho de su propio concepto. Sin embargo, y para
sorpresa de todos, Sophie se adelantó antes de que Jacques pudiese detenerla y
se plantó frente a Louis.
-
Me excusaría por lo que estoy a punto de
decir, pero ha demostrado usted en muchas y distintas oportunidades no ser
digno de consideración alguna, y francamente estoy cansada de escucharlo
insultar y calumniar a mi padre. De modo que puede ahorrarse las molestias y
decirle al caballero en cuestión que no estoy interesada. Y aunque fuese el
último hombre sobre la tierra, por el solo hecho de estar usted involucrado, no
me tomaría la molestia ni de considerarlo.
A
medida que Sophie iba hablando, el rostro de Louis se iba distorsionando y
adquiriendo un desagradable color tan púrpura como el color de su capelo cardenalicio.
-
¿Cómo te atreves? -- y
levantó la mano con la evidente intención de abofetear a Sophie
Pero
su mano quedó detenida en el aire al ver y sentir la afilada hoja sobre su
pecho.
-
Yo en su lugar no lo intentaría --
dijo ella con voz fría
Uno de
los muchos regalos que había hecho Phillipe a su hija antes de su partida,
había sido aquella pequeña pero mortal daga de plata con mango de marfil y de
fácil manejo.
-
Sophie,
estoy seguro que encontrarás a los caballeros franceses muy agradables, pero debo
advertirte que en ocasiones, algunos podrían dejarse llevar por su entusiasmo y
comportarse de forma poco convencional. De modo que si en algún momento uno de
éstos jóvenes no se muestra inclinado a obedecer pacíficamente una negativa, no
dudes en utilizar esto y no te preocupes por las consecuencias, porque a
ninguno le agradará ventilar públicamente los motivos que tuviste para hacer lo
que hiciste.
Y
junto con el regalo, por supuesto vino la enseñanza de cómo y dónde utilizarlo
para causar el daño preciso sin llegar a matar al hipotético agresor. De modo
que Sophie siempre llevaba aquel objeto consigo.
Jacques
y Maurice se habían movido con celeridad en cuanto habían visto las intenciones
de Louis, de manera que en cualquier caso no habría podido alcanzarla, pero
ambos quedaron paralizados al verla y en el caso de Maurice, una sonrisa de
inmensa satisfacción se dibujó en sus labios y aplaudió mentalmente a Phillipe.
-
Te lo diré por última vez, fuera de mi
casa, y si aprecias tu vida no vuelvas a poner los pies en ella.
-
Llamas con mucho descaro Mi casa, a un lugar que ciertamente no
te pertenece y al que renunciaste tan neciamente --
dijo Louis lanzando una fugaz mirada a Marie -- Vives de la caridad de nuestro hermano
menor cuando pudiste ser el dueño de todo, por lo que supongo que debes ceñirte
a sus desquiciados deseos, pero como no es mi caso y siendo que aún soy el
mayor, puedo hacer valer ese derecho y tomar las decisiones que correspondan.
Algo que por supuesto, tú no podrás evitar.
Maurice
se hartó de aquel cretino arrogante y se fue derecho hacia la pared de donde
desenvainó una antigua espada y se volvió hacia su imbécil hermano.
-
¡Fuera de mi casa! -- y
unió la palabra a la acción empujándolo con la punta de la espada ante el
asombro de su esposa y no tanto el de su hija
Después
del desagradable incidente y cuando Marie se calmó, pasaron al comedor. Maurice
consideró que debía tranquilizara a Sophie que probablemente estaría muy
preocupada por lo que Louis había dicho.
-
Sophie, no tienes nada de qué
preocuparte -- comenzó pero ella lo miró y sonrió
-
No estoy preocupada tío Maurice.
-
Me alegro, porque Phillipe puede ser
muchas cosas, pero tonto no es una de ellas. De modo que se cuidó de tomar
todas las medidas necesarias para tu protección y Louis no podrá comprometerte
en un matrimonio que no deseas.
Al día
siguiente de aquella visita, Maurice y Sophie se dispusieron a partir a Calais.
Maurice había insistido mucho en que Sophie no tenía necesidad de hacer aquel
viaje, pero ella se había empeñado de igual modo en que quería hacerlo. De
manera que finalmente Maurice había terminado por ceder. Y a la comitiva de
recepción se había unido un entusiasmado Jacques, que tenía verdadera prisa por
conocer al padre de Sophie. Había escuchado hablar tanto de Phillipe
Saint-Claire y de tan distintas maneras, que la expectativa era mucha como para
esperar a que llagase a París teniendo la oportunidad de ir a recibirlo al
puerto.
En el
camino hacia Calais, en un momento de silencio Sophie había vuelto a pensar en
Louis y especialmente en algo de entre las muchas estupideces que había dicho
que le resultó francamente de mal gusto y decididamente mal intencionado,
aunque Sophie estaba segura que era una inexactitud
colosal.
Cuando
su abuelo había muerto y según lo que le contó Maurice a Sophie la noche
anterior, Phillipe le había ofrecido cederle los títulos y el manejo de las
propiedades Saint-Claire a él, pero Maurice había declinado el ofrecimiento.
Primero, porque no le parecía apropiado contravenir los deseos de su padre, y
segundo, porque consideraba a Phillipe mucho más apto para ostentar los
títulos. Según lo que le había contado Maurice, su padre siempre había sido
mucho más hábil y había demostrado tener más aptitud para desenvolverse en la
corte que él, y había quedado demostrado que así era.
Sin
embargo, Phillipe había hecho una repartición muy justa de los bienes, de modo
que lo que había dicho Louis no tenía ningún sustento. En todo caso, el castillo
que ocupaban en la actualidad sí era cierto que pertenecía a Phillipe y si
ellos habían residido allí desde que su hermano y su familia abandonaran
Francia, había sido a petición del mismo Phillipe.
De
modo que aunque Sophie sabía que su padre era un hombre justo, la tranquilizó
mucho escuchar todas estas explicaciones de parte de Maurice y le causó cierta
gracia el saber que Phillipe había sido un consumado cortesano, porque desde
que podía recordar nunca lo había visto interesado en las actividades de la
corte, pero luego recordó los posibles motivos para ello y sintió pena.
Sophie
estaba siendo presa del nerviosismo y la emoción mientras veían las maniobras
del barco atracando en el muelle. Y si ella estaba emocionada, Maurice lo
estaba mucho más, hacía más de quince años que había visto a su hermano por
última vez. Sin embargo, no tuvo ninguna dificultad para identificarlo en
cuanto vio la alta figura comenzar a descender por la escalinata. Apenas Sophie
lo divisó, olvidándose de las ceremonias y de que era una dama, sujetándose la
amplia falda de su traje emprendió una veloz carrera hacia su padre que la
recibió con los brazos abiertos y una enorme sonrisa.
Maurice
y Jacques caminaron un poco más despacio, aunque el primero sentía que el
corazón estaba a punto de salírsele del pecho. Jacques permaneció unos pasos
atrás mientras los dos hombres se fundían en un apretado abrazo y Sophie
lloraba como una niña.
-
Bienvenido a casa hermano --
dijo Maurice cuando se separaron
A
continuación Phillipe había caído de rodillas y había tomado en su mano un
puñado de tierra, cerró los ojos y aspiró el aire.
-
Estoy en casa -- y dos
lágrimas de profunda emoción resbalaron por sus mejillas
Dios ya estan en Francia Sophie y Phillipe!!! ahora cuando se van a encontrar todos otra vez.
ResponderEliminarA esperar el siguiente, besos
Buen día Erika...
EliminarPues sí, ya están juntos en su tierra :-)... ah bueno, toca esperar un poquito para eso pero pronto :-)...
gracias Erika... no leemos en el próximo... kisses...