Jean
Pierre de Buoisson, miembro importante de la corte francesa que a sus recién
cumplidos veinticinco años y con la muerte de su padre acaecida en el último
invierno, se acababa de convertir en el nuevo Duque de Armagnac. A pesar de la
diferencia de edades, se disputaba el título del soltero más codiciado de
Francia con Phillipe Saint-Claire, el hombre al que quería convertir en su
suegro.
Jean
Pierre habría podido escoger como esposa prácticamente a la mujer que se le
antojase, y probablemente ésta habría estado muy feliz, pero se había
empecinado justamente en la que aparentemente menos deseos tenía de contraer
matrimonio. Inicialmente Jean Pierre había creído que el problema radicaba en
Phillipe, y lo que lo había llevado a sustentar ésta creencia eran sus muy
criticados amoríos con mujeres casadas. Esto no era nada nuevo ni
extraordinariamente fuera de lo común, pero siendo quien era, parecía casi
imposible que estas damas guardaran el esperado silencio acerca de sus
relaciones.
Sin
embargo, desde mediados de la temporada pasada Jean Pierre había optado por la
misma saludable conducta de Phillipe suprimiendo sus escarceos amorosos con las
respetables damas de la corte y los había circunscrito a las jóvenes que no
esperaban otra cosa más que costosas joyas o propiedades y que sabían que de su
discreción dependía su buena fortuna.
Pero a
pesar de su buena conducta reciente, Jean Pierre seguía sin poder acercarse a
Sophie Saint-Claire y aquello estaba convirtiendo su vida en un infierno. Unos
meses antes de morir, su padre casi le había rogado que se olvidase de ella de
momento, asegurase el futuro de su
apellido y luego emplease el método usual para hacerse con el favor de la
esquiva señorita Saint-Claire pero Jean Pierre no lo quería de aquel modo, la
quería para él de manera legal, así que ignoró la petición de su padre y el
desdichado sujeto murió sin ver su más caro anhelo convertido en realidad.
Poco
antes del inicio de la temporada, Jean Pierre se las había ingeniado para tener
una reunión con el Archiduque y varias cosas le quedaron claras. La primera de
ellas, que la oposición de Phillipe obedecía a los deseos de su hija. La
segunda, que la desdichada relación de su difunto padre con el Cardenal
Saint-Claire que original y equivocadamente
el anterior duque había supuesto sería la llave para acercarse a la familia, se
había convertido en un pesado lastre del que debía deshacerse. Y la tercera,
que cualquier hombre que quisiese para sí a Sophie Saint-Claire, debía por
fuerza ganársela a ella y no a su padre.
De
modo que en posesión de estos conocimientos, ideó los más diversos cursos de
acción para hacerse con el interés de aquella damita, pero sus planes fallaban
una y otra vez de manera inexplicable. Ya estaban a mitad de temporada y seguía
sin poder conseguir nada de la obstinada joven, de modo que aquel día estaba
del peor humor y fue su acompañante de turno quien pagó las consecuencias.
Fedra,
la cortesana en cuestión, había cometido el error de interesarse más de la
cuenta en su amante, algo que aunque no era práctica común, sucedía en
ocasiones. Ella al igual que todo París, estaba al tanto del decidido empeño
del Duque por la bellísima e inalcanzable señorita Saint-Claire, y esa tarde al
notar su estado de abstracción no necesitó que nadie le dijese los motivos. De
modo que soltó sus cabellos y enfundada en su transparente atavío, se acercó a
él y le quitó la copa vacía de las manos.
-
¿Tengo mucha competencia? -- le
preguntó con voz aterciopelada, pero él parecía no escucharla, algo que hirió
el orgullo de la joven -- Vamos Jean Pierre, estás conmigo deja de
pensar en ella
No
pudo haber escogido un peor día para ponerse celosa aquella criatura, porque
Jean Pierre se puso de pie y la miró con sumo desprecio.
-
No te corresponde a ti decirme en qué o
en quién debo pensar -- le dijo con voz cortante
Para
desgracia de aquella joven, carecía de la inteligencia de Susette por ejemplo,
y en lugar de quedarse prudentemente callada, optó por decir lo menos adecuado
en aquel momento.
-
Todos dicen que la señorita Saint-Claire pasó
tanto tiempo en Inglaterra que se volvió tan fría como todos sus habitantes, y
que lo más probable es que termine volviendo allá y casándose con algún inglés,
así que por qué no la olvidas si me tienes a mí
-- dijo acercándose a él y
colocando las manos en su pecho de la manera más suicida considerando lo que
acababa de decir
-
Eres decididamente estúpida al pretender
colocarla al mismo nivel que tú, ella es una dama, cosa que no puede decirse de
ti, de modo que no vuelvas a mencionarla si no quieres comprobar lo difícil que
puede volverse tu existencia -- la empujó para alejarla de él, caminó hacia
la mesa, tomó sus guantes y se dirigió a la puerta
-
¿Te marchas? --
preguntó ella sorprendida
-
Hasta para alguien con tan escaso
entendimiento como tú, eso debería ser obvio
-- dijo sin volverse
-
¿Volverás?
-
No mientras pueda evitarlo -- y
salió dando un portazo
Después
de asimilar lo que acababa de suceder, Fedra se sentó y pensó que realmente lo
había perdido, porque ciertamente ella no era muy brillante pero era mujer y
podía reconocer cuando un hombre estaba enamorado, y Jean Pierre estaba
definitiva y neciamente enamorado de aquella insulsa jovencita, y lo más triste
era que ni él mismo lo sabía.
Jean
Pierre había salido furioso de allí y jurándose no volver a ver a aquella necia
mujer nunca más, había resultado apropiada durante un tiempo pero ya no
despertaba ningún interés en él. De modo que apenas se subió a su carruaje, sus
pensamientos volvieron a Sophie y a lo que había dicho Fedra. La pasada noche
la había visto bailar con Lord Danworth, y aunque ella no se veía especialmente
interesada, a Jean Pierre no se le escapó la admiración con la que aquel
individuo la miraba, así como tampoco el hecho de que probablemente Phillipe
Saint-Claire tenía buenas relaciones con él por la forma en la que los vio
conversar. Sin embargo, los Saint-Claire se habían marchado muy temprano y él
no había tenido tiempo para acercarse a Sophie y en su mente seguían
martilleando las palabras de Fedra: “…
terminará volviendo allá y casándose con un inglés”
-
Sobre mi cadáver -- se
dijo a sí mismo con ira
Y de
forma más práctica, comenzó a idear la manera más rápida y eficaz de acercarse
a Sophie, porque si algo no estaba dispuesto a permitir era que ningún
desdichado inglés le hiciese sombra.
Habían
pasado unos días desde el encuentro de Dylan con Sophie y por supuesto a la
mañana siguiente Dylan había informado a Kendall de ello. A pesar de que
Kendall era extraordinariamente hábil para disimular sus sentimientos y
emociones, práctica que había maximizado a su paso por los salones, en esta
ocasión no se molestó en hacerlo e interrogó a Dylan de todas las formas
posibles y se exasperó ante la frialdad y la escasez de detalles aportados por
su amigo.
Sin
embargo, y a pesar de la emoción de Kendall, aún tuvo que esperar cerca de una
semana para conseguir lo que más deseaba. Estaban desayunando y al mismo tiempo
revisaban el correo, Dylan estaba
terminando de leer una carta de su padre donde Joseph le anunciaba su próximo viaje
al continente cuando Kendall dio un salvaje grito de alegría. Dylan no
necesitaba que nadie le dijese la razón, los Saint-Claire esperaban que si no
tenían otro compromiso, los acompañaran aquella noche a una velada en el Chateau Saint-Claire. Por un momento
Dylan sintió deseos de reír, porque ciertamente aunque Kendall hubiese tenido
audiencia con el mismo rey, lo habría enviado todo al demonio por atender
aquella tan esperada invitación.
Kendall
pasó todo ese día en estado de excitación, no logró concentrarse en nada,
ninguno de sus trajes le parecía apropiado y fastidió tanto a Dylan que éste perdió la paciencia.
-
Pareces una debutante el día de su primer
baile, haz el favor de comportarte como corresponde o terminaré por darte un
buen golpe y ponerte a dormir hasta mañana
-- dijo a punto de hacerlo
efectivamente
Pero
como Kendall no le prestó mayor atención, decidió marcharse y no volvió hasta
cercana la hora en la que debían salir.
-
¿Dónde te habías metido? -- le
preguntó Kendall apenas entró -- Ya es casi la hora y…
-
Falta casi una hora Kendall, así que
déjame en paz -- dijo con fastidio -- ¿O
es que piensas ir a abrir las puertas?
Dylan
subió a sus habitaciones y se tiró en la cama, después de un rato se levantó y
fue a bañarse. Cuando finalmente estuvo listo para salir, bajó con toda su
calma característica y encontró a Kendall paseando con nerviosismo por el
salón.
-
Bien, salgamos de esto -- le
dijo Dylan
Se
subieron al carruaje y partieron, pero por alguna razón a Dylan no le entusiasmaba
nada aquella velada y pensó con muy poco ánimo que habría preferido quedarse en
su casa.
Fueron
recibidos por un alegre Phillipe que se mostró realmente complacido de volver a
ver a Kendall y se interesó mucho por su amigo, el padre de éste. Kendall fue
presentado a Maurice, a su esposa y un poco después a la hija y el esposo de
éstos, pero tuvo que esperar aproximadamente media hora para que Sophie hiciese
su aparición.
Kendall
estaba desplegando su habitual encanto con Madeleine y Marie, cuando Phillipe
sonrió con amplitud.
-
¡Ah, allí está Sophie! --
dijo el hombre y tanto Kendall como Dylan se giraron
-
¡Oh por Dios! --
exclamó Kendall
No
había podido evitar que la exclamación saliese de sus labios sin participación
de su conciencia haciendo que Madeleine lo mirase con diversión, porque la expresión
que tenía el pobre sujeto era la misma que ella imaginaba habría tenido alguien
que acabase de ser golpeado con algo contundente y no se lo esperase. Y
ciertamente Kendall acababa de ser inmisericordemente golpeado por la belleza
de Sophie. Si bien era cierto que la imagen de la chica lo había perseguido
durante los últimos tres años, la hermosa mujer a la que estaba viendo en aquel
momento, superaba en mucho a la que habitaba en sus recuerdos.
Sophie
bajaba en aquel momento por las escaleras ataviada con un precioso vestido azul
que hacía juego con sus ojos, el cabello recogido dejando al descubierto la
perfección de sus facciones, aunque unos rebeldes rizos insistían en escapar y
daban al conjunto un aire fresco y juvenil. Phillipe se acercó al pie de las
escaleras y ofreció el brazo a su hija, que al sonreírle pareció iluminar el
lugar.
Otro
que no estaba en mejores condiciones que Kendall era Dylan, aunque él parecía
disimularlo mucho mejor, de modo que la única que lo notó fue Madeleine, que al
ver la intensidad de aquellos ojos verdes, tuvo un mal presentimiento y recordó
lo que había dicho su abuela aunque después desechó esa idea, aquellos hombres
eran amigos y casi hermanos por lo que Sophie le había contado, de manera que
eso no podía ser. Sin embargo, no dejó de vigilar atentamente a Dylan y pasó
toda la noche intentando averiguar lo que había tras aquella máscara que tenía
por rostro, y en donde lo único que parecía tener verdadera vida eran los ojos.
Madeleine
estaba perfectamente al tanto de todo lo relacionado con aquellos dos
caballeros, Sophie había encontrado en ella la hermana que no había tenido a
pesar de tener cuatro, de modo que la había hecho partícipe de toda su historia
en la que aquellos dos hombres tenían una participación destacada. Así como
también, de lo que su prima sentía por Kendall Arlingthon, y por lo que estaba
viendo a él no le era en modo alguno indiferente.
Sophie
no recordaba haberse sentido tan nerviosa ni siquiera el día de su
presentación, pero desde que su padre le había dicho que Lord Arlingthon
asistiría a la reunión de aquella noche, su corazón no había dejado de latir en
forma desacompasada durante todo el día. Madeleine le había recomendado
prudencia y que recordase que habría muchas personas allí, de manera que le
suplicaba que conservase las formas para no alterar a nadie, y por nadie, ambas
sabían que se refería más a Marie que a Phillipe o a Maurice.
De
modo que cuando Sophie llegó hasta donde estaban Dylan y Kendall, a pesar de
que su corazón parecía a punto de salirse de su pecho, su apariencia era de
perfecta serenidad.
-
Lord Arlingthon espero recuerde usted a
mi hija -- dijo Phillipe mientras ella hacía un recatada
reverencia
-
Señorita Saint-Claire --
dijo él extendiendo su mano y posando los labios sobre sus dedos
Aunque
todo esto solo Dios sabe cómo lo había logrado, porque lo que en realidad
quería era abrazarla.
-
Es un placer volver a verle milord --
dijo ella y luego prestó atención a Dylan que se adelantaba a saludarla
-
Señorita Saint-Claire --
dijo, y del mismo modo que Kendall se inclinó y rozó sus dedos con los
labios
-
Milord
-- fue el frío saludo de ella,
con lo que a Dylan le quedó claro que aún estaba molesta
Phillipe
se disculpó ya que debían saludar al resto de los invitados.
-
Aunque me apena tener que dejarlos de
momento, debemos cumplir con nuestras obligaciones como anfitriones -- les
dijo Phillipe -- pero siéntanse en libertad de recorrer los
salones y el jardín.
-
Gracias milord --
dijo Dylan, porque Kendall parecía haber perdido la capacidad de
comunicarse
Un
rato después, estaban Dylan y Kendall en una especie de terraza y el segundo
solo hablaba de lo hermosa que estaba Sophie.
-
¿Es que eres ciego o qué? -- le
preguntó Kendall al notar la apatía de su amigo
-
Mi vista está perfectamente pero mi
instinto de conservación también, algo que tú pareces haber perdido.
-
¿De qué hablas?
-
Harías bien en disimular tu entusiasmo, o
Phillipe Saint-Claire podría sentirse tentado a rebanarte el cuello y ambos
sabemos que es extraordinariamente hábil para ello -- le
dijo Dylan
Entre
tanto, el mencionado individuo estaba hablando con su hija.
-
¿Por qué no vas a hablar un momento con tus
amigos Sophie?
-
No los veo --
dijo ella -- y creo que aún no hemos saludado a todos
-
No te preocupes por eso linda -- le
dijo él -- yo puedo hacerme cargo. En cuanto a ellos,
acabo de verlos salir a la terraza
Ella
le sonrió agradecida a su padre y se dirigió hacia allá. En cuanto Kendall la
vio venir su corazón comenzó a saltar, mientras que Dylan buscaba una salida
que no encontró. Una vez que Sophie estuvo fuera de la vista de los que estaban
en el salón, corrió hacia Kendall que la recibió emocionado en sus brazos.
-
¡Kendall, no sabes lo feliz que estoy de
verte y lo mucho que te he echado de menos!
-- dijo ella con lágrimas
emocionadas en los ojos
-
No más que yo Sophie, no más que yo -- le
dijo él mientras la estrechaba en sus brazos
-- ¿Dylan no vas a
saludarla? -- preguntó cuando se separaron
-
Si la memoria no me falla, creí haberlo
hecho hace un momento.
-
Vamos Dylan, me refiero a un saludo real
-
Si por un saludo real te estás refiriendo a esta lacrimosa y sentimental
exhibición, creo que puedo prescindir de ese trámite
-
No te esfuerces Kendall -- le
dijo ella -- no necesito más saludos de este caballero
-
¿Qué les sucede a ustedes dos? Somos
amigos ¿no? -- dijo mirándolos a ambos
-
La madurez --
dijo ella acentuando la palabra
-- nos hace darnos cuenta que no
todo lo que creíamos de niños es real y que muchos de nuestros amigos o bien
han desaparecido, o nunca lo fueron.
-
Muy bien expresado señorita Saint-Claire,
aunque no del todo exacto -- dijo Dylan
-- ahora si me disculpan -- e
inclinando levemente la cabeza se marchó
-
Pero…
-- comenzó Kendall verdaderamente
asombrado
-
Olvídate de él -- le
dijo Sophie y era algo muy fácil de hacer para Kendall teniéndola a su
lado --
Lamento mucho lo sucedido con tu esposa
-- le dijo ella y el rostro de
Kendall se ensombreció brevemente
Estuvieron hablando un rato más hasta que Madeleine envió a uno de los
sirvientes a buscarlos porque la cena iba a servirse.
-
Sophie
-- le dijo Kendall antes de
entrar -- me gustaría volver a verte ¿Crees que será
posible?
-
Sin
duda nos encontraremos con frecuencia
-- dijo ella -- Dy…
Lord Danworth -- se corrigió
-- dijo que se quedarían algún
tiempo en Francia.
-
No me refiero a eso -- le
dijo él -- quiero decir… tú y yo, sin nadie más.
-
Ya no somos niños Kendall, y aunque sí me
gustaría poder verte, no creo que…
-
¿Si encuentro la manera irías? --
insistió él
-
Sí
-- dijo ella después de pensarlo
un momento
Eso
fue suficiente para que Kendall se sintiese el hombre más feliz de la tierra, y
se juró encontrar la forma.
Sophie
gimió internamente cuando se vio sentada al lado de Dylan a la hora de la cena,
pero ya no podía hacerse nada y aunque trató de ignorarlo hablando con un
anciano que estaba a su derecha, Dylan no era de la clase de hombre al que se
podía ignorar.
-
A pesar de que es evidente que ha
madurado usted, es igualmente obvio que aún necesita aprender algunas cosas
señorita Saint-Claire.
-
Y supongo que lo haría a usted muy feliz
convertirse en mi maestro Lord Danworth
-
Mis talentos no van en esa dirección,
pero puedo darle algunos bien intencionados consejos --
siguió él -- Como por ejemplo, que su reputación podría
verse seriamente afectada si se encuentra a solas con un caballero sin la
adecuada compañía.
-
Siendo que no es usted mi padre, no veo
por qué razón habría de preocuparle mi reputación --
dijo con ira
-
Ya que a usted no parece preocuparle, a
alguien debería interesarle
-
Pues no es usted el más indicado para
ello
Durante
toda la cena Dylan se dedicó a sermonearla por lo que al final de la misma
Sophie estaba cercana a cometer un asesinato, mientras que Kendall aunque
mantenía una animada conversación con las dos damas que se sentaban a su lado,
no había dejado de mirar con insistencia a Sophie, algo que fue evidente para
todos los presentes y Dylan pensó que si Kendall no se controlaba iba derecho
al desastre, porque Phillipe Saint-Claire podía ser muchas cosas pero ciego no
era una de ellas. Lo que Dylan no sabía, era que Phillipe estaba apostando muy
alto a Kendall Arlingthon.
Lo sabía Dylan también quiere algo con Sophie!!!! El detalle aquí es que ella solo tiene ojos para Kendall......
ResponderEliminarA esperar el siguiente, besos
Buenos días Erika :-)...
EliminarJajajaja, pues así parece, ya sabes que nunca falta un problema, jeje...
mil gracias Erika... nos vemos en el próximo :-D... kisses...